Público/Danilo Albín
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La localidad de Gipuzkoa ofrece un sentido homenaje a las vecinas y vecinos que sufrieron los crímenes de la dictadura. Se trata del mismo municipio que estuvo a punto de abrir una grieta en el muro de la impunidad.
La celebración de los verdugos duró 48 horas. Su reino, 40 años. Cuando las tropas franquistas lograron entrar en la pequeña localidad de Elgeta (Gipuzkoa), los mandos dieron dos días de “asueto” a sus soldados. Querían que descansaran y festejaran. Lo hicieron matando a personas desarmadas y violando a niñas. Aquellas 48 horas se hicieron eternas. La impunidad de las bestias, también.
Este domingo, Elgeta viajó al pasado. Sus calles volvieron a ser pisadas por tipos que lanzaban soflamas fascistas. Niñas y niños volvieron a arrastrar maletas, buscando una salida del infierno. Del paraíso del diablo. De muchos diablos. Por ejemplo, de los seres sin alma ni estómago que entraron a casa de Anttoni Tellería. Tenía 14 años. La violaron hasta cansarse. Su padre quiso impedirlo, así que lo mataron frente a la niña. Hubo más disparos: aquella fiesta de sangre incluyó también el asesinato de su madre. Todo delante de Anttoni. Todo ante sus ojos. Sus aterrorizados ojos.
Su pesadilla acaba de ser recreada ante la mirada impávida de cientos de personas. En el marco de sus actos de homenaje a las víctimas del franquismo, la localidad de Elgeta ha realizado una inédita recreación sobre la caída del pueblo, la entrada de los franquistas y la instauración del miedo como política de estado durante 40 años. Casi nada.
Los vecinos contemplan la representación en las calles de Elgeta. / Danilo Albin
En el teatro callejero han tomado parte unas 90 personas. “Esta vez no queríamos representar solamente la batalla desde un punto de vista tan bélico o masculino, tal como hemos hecho durante los últimos años”, dice a Público el alcalde de este municipio, Iraitz Lazkano (EH Bildu). Se refiere así a las recreaciones de la batalla de Intxorta —monte que rodea a esta localidad y que se convirtió en un lugar clave de la resistencia antifranquista vasca— realizadas a partir de 2013 y en la que cada año participaron numerosas personas. Si otros años hubo explosiones y disparos entre trincheras, en esta ocasión ha habido rostros de vecinas y vecinos devorados por el miedo.
El reloj va a marcar la una del mediodía. Dicen que es primavera, pero aquí parece verano. 81 años atrás también era primavera, pero se volvió invierno. Los primeros en comprobarlo fueron los dueños de los caseríos que se encontraban situados a los pies de Intxorta. Ellos fueron los primeros que vieron bajar a los fascistas victoriosos, y también los que antes comprobaron sus ansias de sangre.
“La idea era demostrar lo que supuso la caída de Elgeta para quienes vivían en este pueblo”
Tal como se relató en la dramatización realizada este domingo, en una de esas casas mataron a José Vicente Garay, un hombre que cometió el gravísimo delito de salir a la puerta de su vivienda para ver qué pasaba. Se encontró allí con cuatro jóvenes milicianos que se convertirían en sus compañeros de muerte. Los franquistas cogieron a Garay y a los chavales y los fusilaron. A los milicianos los enterraron debajo de un manzano, con la firme intención de que nunca, nadie, supiese de sus restos. Al dueño del caserío lo dejaron allí tirado: ni siquiera se tomaron la molestia de echarle tierra encima.
Con la entrada de los fascistas en el pueblo, sus calles se inundaron de horror. / Danilo Albin
“El objetivo era homenajear a todas estas personas y, al mismo tiempo, mostrar las represalias que sufrió este pueblo. Aquí hubo muertes, fusilamientos y violaciones, pero nunca se había reflejado esa parte”, explica a Público Nerea Villa, la integrante de Intxorta 1937 que se ha encargado de preparar hasta el último detalle de este acto. La dirección artística corrió a cargo de Rafa Herce, un actor vasco con varios años de experiencia en escenarios. Esta vez, sin embargo, le ha tocado dirigir a voluntarios en plena calle. “La idea era demostrar lo que supuso la caída de Elgeta para quienes vivían en este pueblo”, contó el director.
Los autores de la dramatización de este domingo no quisieron terminar la jornada con esos símbolos del horror, sino con la alegría que produjo una noticia largamente esperada: como punto final del acto, los participantes representaron el anuncio de la muerte del dictador Francisco Franco a través de los medios de comunicación de la época. Un anuncio recibido con gritos de esperanza y bailes de romería. No en vano, cuando se escuchó el “españoles, Franco ha muerto”, los espectadores rompieron en aplausos.
Con motivo de la puesta en escena, la bandera franquista ha vuelto a ondear en balcón del ayuntamiento. / Danilo Albin
Homenaje a gudaris y milicianos
Un rato antes, los organizadores de esta jornada de memoria y reivindicación realizaron un acto de homenaje a los 234 gudaris y milicianos que murieronen este término municipal mientras defendían la libertad. Todos ellos cayeron bajo las balas del franquismo, y seguido llegó el infierno a Elgeta, ese mismo infierno que este domingo se ha representado en sus calles bajo la dirección de Herce y la coordinación de Villa.
Justicia o espejismo
Más allá del homenaje en sí mismo, los hechos recreados tienen un valor muy especial: a punto estuvieron de pasar el filtro de la impunidad y colarse en un juzgado. Ocurrió a finales del año pasado, cuando una jueza de la localidad de Bergara admitió a trámite la querella presentada por el ayuntamiento para esclarecer los crímenes franquistas. Entre ellos, la violación de Anttoni y el asesinato de sus padres. Sin embargo, la sensación de justicia duró muy poco: la magistrada que había admitido la denuncia estaba en esa plaza en calidad de sustituta, así que a las pocas semanas regresó a su puesto el juez titular y decretó el sobreseimiento de la causa. Fin del espejismo.