El Salto
Almudena Carracedo es codirectora de El silencio de Otros, el documental sobre la lucha de las víctimas del franquismo por la justicia y reparación que está triunfando por todo el mundo y se estrenará en cines el próximo 16 de noviembre.
Tu obra anterior, Made in L.A. , está ambientada en Los Ángeles. Ahora, once años después, presentas El silencio de otros , sobre los crímenes del franquismo. ¿Cómo fue el origen de este proyecto?
Hay un origen anterior, que es cuando se empezó a gestar el dolor dentro de mí, y después otro posterior, cuando se empezó a gestar la película en sí.
Empecemos por cuando se empezó a gestar el dolor dentro de ti.
Este es un tema que lleva dentro de mí mucho tiempo. Cuando estaba en la universidad no se nos pasaba por la cabeza que este fuera un tema en torno al cual organizarnos o reflexionar. Yo soy parte de esa generación que dejó esto atrás, la generación del olvido. Pero, a medida que pasaban los años, fue un tema que me empezó a doler. Me acuerdo, en concreto, de ver La memoria obstinada , de Patricio Guzmán, que es un documental impresionante de cuando Patricio regresa a Chile. Él fue quien hizo La batalla de Chile . Cuando tuvo lugar el golpe de Estado contra Allende, él estaba grabando, como estudiante, y se tuvo que exiliar. Cuando vuelve a Chile, le pone a los estudiantes La batalla de Chile y lo graba. Esto es La memoria obstinada: la reacción de los chavales. Como en España no había muchos documentales ni trabajos sobre memoria, para mí fue muy impactante y me tocó por dentro la fibra de nuestro pasado.
La otra experiencia importante fue ver El viento que agita la cebada , de Kean Loach con guión de Paul Laverty, sobre el conflicto en Irlanda. Yo recuerdo que, después de ver esa película, me tiré llorando muchos días. Creo que es algo parecido a lo que la gente siente cuando ve nuestra película, ese dolor tan interno que tienes que pararte a pensar por qué te duele tanto. Y eso te obliga a pensar.
Y, ahora, ¿cuál fue el origen de El silencio de otros ?
En 2010 yo vivía en Estados Unidos, llevaba doce años allí, y comenzó a salir el tema de los bebés robados. En concreto empecé a leer los artículos de María José Esteso en Diagonal , en donde yo también colaboraba, bueno, alguna vez escribí algo, y antes en Molotov, claro—. Me acuerdo que fue un golpe muy fuerte, acabábamos [junto a Robert Bahar, coautor de El silencio de otros] de tener a nuestra hija, con lo cual éramos nuevos padres y estábamos muy sensibilizados. Me acuerdo que, una vez que estaba leyendo sobre esto, le miré llorando y le dije: “Ésta es nuestra siguiente película”. Nos vinimos a España a hacer un documental sobre niños robados y empezamos a grabar en 2011. En 2012 nos mudamos y justo, en marzo, nos topamos con la querella argentina contra los crímenes del franquismo, que intersecta con el tema de los bebés robados. Enseguida nos dimos cuenta de que la querella era una oportunidad muy bonita y única, de esas que pasan una vez en la vida, de documentar algo en presente.
La película bucea en el pasado, pero para explicar el presente, y el universo de la película es el presente, es la lucha presente de las víctimas supervivientes del franquismo en su búsqueda de la justicia
Nosotros queríamos hablar del legado del franquismo en la España de hoy, no queríamos hacer una película sobre el pasado. Queríamos hacer una película sobre el presente, y eso es difícil. La película bucea en el pasado, pero para explicar el presente, y el universo de la película es el presente, es la lucha presente de las víctimas supervivientes del franquismo en su búsqueda de la justicia. Esa fue la oportunidad que se nos brindó. Empezamos a grabar esas primeras reuniones en las que decidieron cómo se iban a llamar levantando el dedo y diciendo “yo creo que cual” o “o creo que tal”. Es lo que luego se convirtió en Ceaqua —primero se llamó Redaqua—. Me acuerdo que me dijeron: “Ve a esta reunión y busca a un señor que se llama Chato [Galante] que tiene el pelo blanco”. Fue así, muy rápido. Enseguida empezamos a grabar, lo que no podíamos imaginar es que iban a ser siete años de nuestra vida.
Tanto tiempo ¿por buscar el final de la historia, porque se alargó el rodaje…?
Por muchas cosas. Por un lado porque, cuando las producciones no tienen todo el dinero de antemano, vas buscando mientras vas grabando. Por otro lado porque nuestro objetivo era grabar un proceso longitudinal, como también hicimos en Made in L.A., nuestra película anterior. Es decir, cuando grabas a lo largo del tiempo, eso te permite capturar las transformaciones de los seres humanos en tiempo real.
Sin guiones preestablecidos, entonces.
Claro, en este tipo de documentales no tienes un guión preestablecido. El trabajo de montaje es el trabajo de escritura. Cuando vas grabando sí vas pensando en líneas argumentales, en qué va saliendo y qué no, en por donde ir y por donde no ir. Cuando terminamos de grabar teníamos 450 horas. Estuvimos un año catalogando todo, con una ayudante, y luego un año y medio montando, primero con un montador y después con una montadora. Empezamos a montar en marzo de 2016 y terminamos en octubre de 2017, y después la posproducción. Estrenamos en febrero en la Berlinale.
Llama la atención la participación de El deseo, productora de los hermanos Almodóvar, en un documental sobre crímenes del franquismo.
Fíjate que creo que responde al momento histórico que estamos viviendo. Un momento de repensar ese pasado y este presente. A mí me consta que ellos llevaban tiempo pensando sobre esto y el amigo común que nos puso en contacto me dijo que ellos querían buscar algo que hablara de estos temas, es una inquietud que partió de ellos. En seguida, cuando vieron la película, dijeron “esto es lo que queremos apoyar”. Entraron al final, ya estábamos en montaje y teníamos casi toda la financiación conseguida; nos apoyaron para conseguir más financiación por otras vías. El sello Almodóvar es muy muy importante y hemos tenido una relación muy hermosa, y no lo digo por adularlos sino porque ha sido una relación fundamentada en el amor por la película y el compromiso con el tema.
¿Calificarías El silencio de otros como una película documental de denuncia?
La película obviamente es política en el sentido de que es una película sobre la res publica, pero el enfoque son los personajes. A través de la humanidad de los personajes, y no a través de los temas. Por eso siempre digo que es una película sobre la lucha de las víctimas, no sobre memoria histórica. Es una película sobre sus dificultades y, a través de ello, consigues pintar el paisaje de la impunidad en España. Una amiga me dijo —y me pareció precioso— que, cuando vio la película, le recordó a cuando leyó Las venas abiertas de América Latina. Como argentina, el libro le había juntado todo, le había puesto todas las piezas juntas y le había ayudado a entender ese puzzle. Y le pasó lo mismo con la película. Ella había oído un poquito sobre Billy El Niño [Antonio González Pacheco], un poquito de tal, y, de repente, la película lo que hacía era poner todo junto para poder entender el porqué.
Muchas veces nos quedamos atascados en los que ya sabemos del tema y la cuestión es cómo puedes llegar más allá, cómo puedes generar una conversación o un debate social, cultural, más allá de la gente que conoce tu tema
¿Crees que este documental puede conseguir impulsar la querella argentina contra los crímenes del franquismo, cuya instrucción lleva algunos años bloqueada desde España?
Realmente pensamos que la película puede servir para dar visibilidad a esta lucha, puede servir a los movimientos memorialistas y a todos lo movimientos que luchen por una recuperación, por una democracia más justa. Pero, como decía antes, puede servir para llegar más allá. En inglés se dice beyond the choir, más allá del coro, que es el coro que canta tu canción, y ese es un objetivo muy importante siempre para este tipo de documentales, porque muchas veces nos quedamos atascados en los que ya sabemos del tema. Y la cuestión es cómo puedes llegar más allá, cómo puedes generar una conversación o un debate social, cultural, más allá de la gente que conoce tu tema. Ese es el objetivo y por eso nos planteamos ir del corazón a la cabeza, y no al revés. Son importantes los dos, pero en este camino.
En el camino de este documental se murieron dos de los protagonistas, María Martín y Carlos Slepoy.
Se murieron muchos. También se murieron otros que no aparecen tanto en la película.
El tiempo pasa, se nos va yendo la gente, se nos van yendo los testigos de la primera parte de la represión
¿Cómo afectó esto al proyecto y, sobre todo, a vosotros?
Una de las abogadas de la querella, Ana Messuti, dice en la película: “En esta causa hay varios protagonistas, pero el tiempo es uno de ellos”. Y es cierto. El tiempo pasa, se nos va yendo la gente, se nos van yendo los testigos de la primera parte de la represión. Obviamente tenemos que entender que, de toda la última fase, la gente sigue viva y sus torturadores siguen vivos también. Es importante situarlo en el presente, que no solo es del pasado. Pero es obvio que en el transcurso de la película, cuando grabas durante seis años y se convierte en una producción de siete años, la gente se nos va yendo. A nivel personal ha sido muy duro.
Es cierto que el tiempo se nos está llevando a la gente, pero también es cierto que los hijos, los nietos, los biznietos, están tomando esta lucha
El entierro de María Martín lo grabé llorando tanto que no veía la pantalla, porque se nos fue, además, de repente. Lo que es bonito de María Martín, y si hay algo por lo que su muerte se valida, es que realmente simboliza lo que está ocurriendo con miles y miles de víctimas directas. También es bonito porque en la película se ve el proceso de toma de conciencia de sus hijos; primero de su hija, que se ve en la película cómo retoma la lucha de su madre. También es muy bonito porque es exactamente lo que está ocurriendo. Es cierto que el tiempo se nos está llevando a la gente, pero también es cierto que los hijos, los nietos, los biznietos, están tomando esta lucha. Paqui Maqueda, que está en la película, está por su bisabuelo. Luego Carli [Carlos Slepoy] se murió cundo habíamos terminado de grabar, por eso está al final del todo, y fue muy difícil montar la película viéndole vivo en las imágenes, pero es parte de estos procesos, estás documentando unas luchas y un dolor muy fuerte y una de las cosas más difíciles emocionalmente fue pensar e intentar reflejar o transmitir ese dolor que llegaba hacia nosotros. Pero no solo el dolor, también la dignidad. Es decir, haremos justicia a esta lucha. La película se hizo mucho más grande que nosotros. Más grande que yo, más grande que Robert, más grande incluso que los protagonistas mismos de la película, porque ellos representan una causa muchísimo más grande. Pero incluso con la gente con la que estábamos trabajando, con los montadores, con los músicos y compositores… todos hemos trabajado sin ningún ego, entendiendo perfectamente que la película era más grande que todos nosotros, que esto se lo debíamos a la historia de la película, a las miles y miles de personas que representaba.
Lo que queríamos es que la gente pudiera sentirse en la piel de los personajes y embarcarse en ese viaje con ellos
Habéis conseguido hacer referencia en la película a muchos temas distintos, que son los que engloban los crímenes del franquismo. El robo sistemático de bebés, pero también las miles de personas cuyos cuerpos siguen enterrados en cunetas o los casos de tortura. ¿Cómo de difícil ha sido poder integrar tantísimos temas?
Ha sido dificilísimo. El universo de la película ha sido la querella argentina, por tanto, teníamos que incorporar en la película ese universo, es decir, el paisaje tan terrible de crímenes que están incluidos en la querella argentina. Al mismo tiempo, no podíamos hacer una enciclopedia, ni tampoco una película de cinco horas explicando perfectamente todos los casos. Hay muchos crímenes que están en la querella que en la película están solo esbozados y que se merecen todo un documental entero: trabajo esclavo, exilio —un tema dificilísimo—, los preventorios, la matanza de Vitoria… Era muy importante poder elegir una serie de historias precisamente porque lo que queríamos es que la gente pudiera sentirse en la piel de los personajes y embarcarse en ese viaje con ellos. Si lo tratas a través de los temas y no a través de las personas, no eres capaz de crear esa empatía, o al menos, nosotros la manera que tenemos de hacerlo es a través de la vivencia de los personajes. Por eso, al final, nos centramos en esos tres temas que son importantes pero no son los únicos importantes, y en estos personajes que representan estos temas. Pero luego, al juntarlo, la película tiene estas partes de vivencia personal a la que se puede llamar cine directo en las que viajamos con ellos a Argentina, estamos con ellos cuando están ensayando cómo declarar… Todo este camino o lucha tiene una parte de contexto que era muy importante incluir porque era la única manera en la que la gente podía entender el marco en el que se movían estos personajes: su lucha, la oposición. Tiene partes históricas también, con archivo. Tiene un archivo que está tratado de manera, esperemos, más artística que el archivo tradicional cubriendo imágenes, el archivo tiene vida propia y el objetivo era crear esa experiencia en el pasado también, que la gente pudiera entender cómo se sentía Chato cuando era estudiante y estaba en la calle luchando. El juntar todo esto ha sido muy difícil, un año y medio de montaje para que funcione. Cuando tú ves una película y te lleva de principio a fin, no te das cuenta y se te pasa una hora y media, es porque has dedicado mucho, mucho tiempo al montaje.
¿Desde el punto de vista técnico, cómo fue la grabación?
El documental lo hemos grabado un equipo de dos. Yo hacía la cámara y Robert, que es mi compañero, hacía el sonido y luces en los testimonios, que son las únicas partes que están iluminadas.
Muy artesanal.
Sí, esa es la palabra. Muy hand made. Esto, junto con el hecho de grabar durante muchos años, lo que crea es una intimidad en la grabación que luego traspasa la pantalla y penetra en el espectador. Hay nueve personajes fundamentales —de los que siete son mujeres, por cierto— y, sin embargo, no les perdemos de vista nunca. Sabemos todos quienes son, y eso es trabajo de montaje. Pero cuando me refiero a la intimidad es que, cuando ellos están hablando con la cámara, están hablando conmigo, no con un equipo. Llega un momento que, al cabo de estar grabando meses y años, se olvidan de que tengo un cámara al lado y hablan conmigo. Cuando están en una reunión hablando de sus cosas, se olvidan de que estoy ahí. Esa intimidad en, por ejemplo, las reuniones estratégicas en la cocina de Carli, los viajes, cuando Ascensión va a hacerse la prueba del ADN… Llega un momento en el que ellos están totalmente cómodos porque no están notando la cámara, y esa intimidad, que se nota mucho en este documental y en el anterior, en Made in L.A., para nosotros es muy importante. Que sea una experiencia íntima, que el espectador pueda sentirse en la piel de los personajes en los momentos de victoria, pero también en los momentos de fracaso.
Comentabas que, de los nueve personajes que aparecen en El silencio de otros, siete son femeninos. ¿Alguna razón para esto —que haya más mujeres implicadas en la lucha por la reparación y justicia— o se ha dado así sin que haya una causa?
No, yo creo que no hay más mujeres que hombres. A lo mejor la visión desde el punto de vista de la cámara es diferente. Es un poco difícil de analizar el por qué hay más mujeres en la película. En Made in L.A. eran todo mujeres, por ejemplo. A lo mejor no es casualidad y esa mirada desde la cámara está afectando a los personajes que acaban apareciendo, o cómo esos personajes se relacionan conmigo como mujer y por eso transmiten una humanidad diferente y por ello se han convertido en personaje. Es muy difícil de analizar y seguramente hayan muchos factores, pero sí es curioso. Es verdad que la película trata, no de forma explícita sino de forma implícita, porque la película trata todo de forma implícita, la represión específica contra las mujeres: el robo de niños, el tema de las mujeres rapadas… Todo eso era represión de género, y es muy importante dentro de la película.
Precisamente, hace poco la juez María Servini ha aceptado incluir en la instrucción de la querella argentina los crímenes cometidos contra mujeres por el hecho de ser mujeres.
Viene de hace mucho. Women’s Link se metió también a la querella. Y dentro de Ceaqua estaban intentando hacer un apartado específico sobre crímenes de género. Realmente ya están en la querella, pero ahora habrá una argumentación específica para estos crímenes.
Presentasteis en febrero en la Berlinale y desde entonces El silencio de otros ha recibido ya diez premios.
Sí, y hemos recibido tres más este fin de semana [27 y 28 de septiembre]. Los premios son un poco como la lotería, pero cuando una película recoge muchos ya no es tan lotería. Nuestra estrategia siempre fue empezar fuera. Queríamos llegar a España con cierto sello de aprobación externo. Como es un tema muy difícil, pensamos que, si empezábamos aquí, nos iba a ser mucho más difícil levantar el vuelo. Esta estrategia nos ha salido mucho mejor de lo que esperábamos. Esto es como un hijo: tú esperas que a tu hijo le vaya bien, pero no te esperas que vaya a ser tan impresionante y tan bonito. Ganamos el Premio del Público y el Premio Cine por la Paz [en la Berlinale 2018]. Ya de por sí fue muy bonito porque uno es el premio activista y el otro es el premio del público, y fueron a la misma película. Eso te dice mucho de cómo llega la película. Uno de los objetivos era llegar más allá de la audiencia convencida. Más allá de aquellos que ya estaban convencidos de la necesidad de luchar y hablar de esto. Por lo que recibir el Premio del Público en Berlín fue muy bonito ya que le daba esa validación a la película en cuanto a que funcionaba a ese otro nivel. El objetivo era llegar a ese público y hacerlo, además, a través de los personajes.
Llevamos ocho meses viajando desde su estreno en Berlín, yendo a festivales, ganando premios, y, lo más importante, haciendo coloquios. Hemos hecho un esfuerzo muy grande en ir a todo lo que pudiéramos. Hemos estado en más de 45 festivales, no hemos ido a todos pero sí a la mayoría, y ahora, cuando no podemos ir nosotros, van los protagonistas. Hace dos semanas uno fue a Islandia, otro fue a Beirut, otra fue a Toulouse, oto fue a Lugano y otra a Oslo. Ayer [29 de septiembre] hubo una proyección en Mallorca y fue Pablo, Horacio va a ir a Segovia… Por eso digo, la película es más grande que nosotros, casi ya no nos pertenece. Sentimos que nosotros ahora entregamos la película a la sociedad civil, a los movimientos, a las personas que no están organizadas, para que ellas puedan utilizarla enseñándosela a sus amigos o padres, u organizando una proyección, etc. Esa es la idea.
“Spain is not different”, somos otro país más que ha pasado una dictadura y tenemos un pasado traumático que superar
Ya dice mucho la cantidad de premios que está recibiendo vuestro documental, pero, aparte de los reconocimientos, ¿cómo sentís que la está recibiendo el público?
Lo bonito de estar fuera, no es solo que había españolas y españoles en las proyecciones, con una reacción muy intensa. También había mucha gente joven muy enfadada. “Enfadada porque me han robado mi historia”. Esto me lo han dicho no sabes cuantas veces. En algunas proyecciones me han dicho: “Mis padres son franquistas y les voy a llevar al cine a verla”. Qué valientes. Esa idea de romper el silencio dentro de las familias y empezar a hablar sobre lo que ha pasado. Pero además, también, la película, y este era uno de los objetivos que no sabíamos si iba a poder cumplirse, es que es muy universal. Contextualizar el caso español dentro de otros procesos transicionales fuera lo que consigue es decir “Spain is not different”, somos otro país más que ha pasado una dictadura y tenemos un pasado traumático que superar, como muchos otros países, y cada país ha decidido hacerlo de una manera diferente. En ese sentido, Argentina es un modelo muy interesante en cuanto a todo lo que nos llevan adelantado, van a años luz de nosotros. Pero lo que también hemos visto, y es lo que no podíamos esperar, es que cada ciudadano o ciudadana de cada país ha hecho suya la lucha con los propios fantasmas de cada país. En Berlín era obvio el porqué, pero luego hemos ido a Canadá y la gente en el público estaba hablando de la masacre de los indígenas. Y luego hemos ido a Estados Unidos y estaban relacionándolo con la retirada de los monumentos confederados de la guerra civil americana, que hace 300 años que terminó. Quiero decir, que esto no se va, permanece si no se lidia con ello. Vamos a Beirut e, imagínate, estamos hablando de la situación en Líbano, o en Francia del tema de Argelia. Lo bonito es que ha hecho reflexionar sobre todos estos pasados ocultos, que son presentes.
¿Y cómo te esperas que sea la reacción por parte del público aquí?
Hemos llegado a Seminci, por lo que te puedo contar la reacción. Fueron diez minutos de ovación y una conversación preciosa. Habló desde gente de movimientos hasta personas que no tenían nada que ver con movimientos, cineastas extranjeros, un chaval de 13 años, que dijo: “Yo esto lo quiero llevar a mi colegio”. Muy bonito. Ahora vamos a cines el 16 de noviembre, y ¿cuántos documentales sobre derechos humanos y sobre este tema van a cines? La plataforma de cines comerciales nos permite una cosa muy bonita, que es llegar a ese público que no va a ir a una presentación de una asociación de memoria histórica, pero a lo mejor sí va a ir al cine a ver una película que tiene x premios y luego se topa con este tema y se tiene que enfrentar a esta necesidad de pensarlo y reflexionarlo. Eso es bonito. Pero más allá de la distribución comercial que viene ahora de la mano de BTeam, que están súper comprometidos con el tema y con la película, viene toda la fase de 2019, que es pueblo a pueblo. Más allá de las ciudades están los pueblos, y también lo están más allá de todo el trabajo legislativo que queremos hacer con la película, porque nos parece muy importante que la vean los legisladores y las legisladoras, los políticos y las políticas, los parlamentarios y las parlamentarias, porque siempre pensamos de arriba a abajo, ¿no? Y sí, tiene que haber una Ley de Memoria histórica diferente, pero luego te planteas el pueblo a pueblo, es decir, el de abajo a arriba. Si hay un movimiento en un pueblo y se organiza una proyección, y el alcalde o alcaldesa de ese pueblo crea un memorial a estas personas asesinadas, se reconoce y se pide perdón desde ese pueblo de x número de habitantes porque esas personas hayan sido asesinadas injustamente, la abuelita puede morir en paz, los nietos saben quién fue su abuelo o abuela… Todo esto también es reparación y es a otro nivel, a nivel local, que también es muy, muy importante.
Es como ese recorrido por los pueblos que hizo Ceaqua en sus orígenes y que también sale en la película.
Ese recorrido lo vamos a repetir. La idea es que lo hagamos con una red de facilitadores de Ceaqua y de otras organizaciones. Por eso, insisto, nos abrimos ahora a la sociedad civil. Al 8M, al 15M, a los yayoflautas… A todas esas personas que están organizadas las invitamos a que hagan suyo este tema y lo incorporen en su lucha. A todos ellos, y a todas las personas que no están organizadas pero quieren hablar de esto, les animamos a que participen con nosotros en esta otra campaña de difusión o concienciación en 2019 que va a ser súper bonita. Porque, y esto es muy importante, la película te hace llorar, te hace reír, pero te activa, porque termina con esperanza. Obviamente no es una película alegre, pero termina con un mensaje de esperanza hacia todos y todas, no solamente hacia las víctimas. Porque, como dice Chato, esto no es una lucha solo de las víctimas directas, es un tema pendiente del conjunto de la sociedad.