Presentamos hoy un libro de poesía que para empezar me gustaría situar varias curiosidades, en primer lugar es su propio nombre, se trata del primer libro de su autor, a pesar de lo cual, se le titula como la segunda, con lo cual cabría preguntarse porque es la segunda y si es que ha habido o habrá una primera, si han quedado algunos versos en esos limbos extraños que cuando el autor es reconocido, aparecen tras de su muerte como una novedad editorial.
Un segundo aspecto que atrae mi curiosidad es el de “crónica”, que quizás parezca extraño para un libro de poesía tal definición, mi primer libro, del cual no quiero acordarme, también llevaba en el título la palabra crónicas, pero era de relatos y además, negros, pero que es una crónica cuando nos referimos a poesía, un aspecto trascendente o bien entender la poesía como un instrumento a pie de calle.
Quizás para eso habría que abrir el libro y empezar a leerlo o bien conocer la trayectoria del autor y entender que sus crónicas son precisamente eso, las suyas, eso que a veces tan pedantemente se señala como la “voz del autor”, que se expresa en poesía, a veces en prosa, a veces como artículo, a través de las redes, en fin una voz, que en medio del ruido que nos domina trata ante todo de expresarse y lo que es fundamental para alguien que quiera aproximarse a la creación literaria, decir y ser algo diferente, poner de manifiesto algún tipo de conflicto, el que sea, pues sin lo cual el ejercicio literario es ante todo repetición, lo cual no creo que sea el caso.
Un aspecto quería señalar es el nominativo, y aquí aprovecho el conocer al autor hace ya décadas, para señalar a Francisco Javier Rodríguez Amorín, fundamentalmente como Amorín que es por el nombre que le hemos conocido siempre. En primer lugar porque el significado de amor en pequeñín resulta cercano y hasta muy asturiano. Y en segundo lugar porque si Picasso empezó firmando sus obras como Pablo Ruíz Picasso, después Pablo R. Picasso, más tarde Pablo Picasso, y finalmente solo Picasso, porque Amorín va a ser menos que Picasso.
Otra cuestión que considero necesario abordar es señalar lo de primer libro, lo cual no quiere decir que estemos ante un poeta novel, alguien que se adentra a la manera de Rimbaud en el bosque de la poesía, y aunque Amorín haya conocido algo parecido a temporadas en el infierno en las baterías de Ensidesa, nos encontramos con alguien que ha desfilado escritura, es decir que ha leído y roto cuartillas, que ha pensado, que ha viajado tanto al exterior como al interior para encontrar eso que se llama la propia voz, pero en este caso creo que existe.
Mejor o peor, lo que escribe Amorín es perfectamente identificable, representa un pensamiento, una manera de ser y estar en el mundo. Algo que no es de ayer, sino de muchos ayeres, un calendario de décadas atrás, y aquí permítaseme tirar del tiempo que nos conocemos, cuando un compañero, dijo que Amorín escribía versos poco menos que porque era un adolescente que aún no había encontrado su lugar en el mundo o como aquellos que cuando se enamoran le escriben unos versos a la novia, aunque no hayan leído un libro de poesía en su vida, que cuando su vida se normalizase, abandonaría la escritura. Pues bien, Amorín lleva varios años casado, además con la misma persona, lo cual es algo extraño en esta época, tiene un hijo, para ambos de hecho está dedicado el libro, llevaba décadas trabajando en la misma empresa, aunque esta haya cambiado de nombre y dueños, es una persona con una actividad pública y social… y sin embargo, la escritura sigue estando ahí.
La poesía no es biografía, pero sin biografía no hay poesía, no es difícil encontrar en los versos de este libro al Amorín militante social y político, al trabajador que podemos llamar con eso que se estila tan poco de conciencia de clase, pero creo que siendo importante esto sería reduccionista limitarlo a eso, porque a través de un efecto de escisión personal, no consumada, nos encontramos con el ser que mira todo eso y reflexiona, piensa, busque referentes, se adentra en algo también está bastante desacreditado, hace un ejercicio intelectual, que podría señalar en su primer poema que con el curioso nombre de Dislocación asamblearia, señala, “No se junta con quien trabaja/ dificultosamente la masa gris de palabras.” En el poema titulado Hermenéutica, el arte de la interpretación nos lleva a un collage de versos, por ejemplo: “La colección de amores sin permisos, /escritas dentro de los paladares/ con sabores rotos de vino, para un verso ciego/ mudo, lleno de miedo.” Y más contundente, en ese mismo poema: “Nacidos libres, nacidos para matar, los rebaños consumen/ belleza sublime y orden: ignis ardens”, el fuego ardiente. En el poema Fuera, el primer y el último son definitorios: “La minuciosa ingeniería de la estupidez nos mantiene unidos” y el último, “La soledad es soledad y la compañía, compañía.” Y en Oscura disimilitud aborda una divinidad nietzschana: “Un dios sin habla que nunca se equivoca/ al fin nos da prisión en su cómoda.” Y el yo poético aparece alguna vez: “He ensayado miles de versos perfectos./Ensayé millones de versos perfectos, para concluir: “Ensayaré unos pocos versos perfectos./ Habré de ensayar un solo verso perfecto.” Y no sé si perfectos, los dos versos que figuran en la contraportada: “La claridad absoluta no es claridad./ Amanece un futuro imperfecto.” El primero nos habla de aquello que expone Yasunari Kawabata en Elogio de la sombra y que nos señala que la mirada, la cosmovisión no se forja tanto en la luz, como para cuando aprender a mirar necesita de la oscuridad, de las sombras, de los claroscuros y el futuro, aparte de imperfecto, y en estos momentos puede llegar a ser tenebroso, es, como dijera Leonar Cohen, un asesino, un asesino frente al que todos vamos a caer tarde o temprano, y mientras tanto, nos queda la palabra en el tiempo, en este tiempo nuestro, como hace Amorín con sus poemas, con sus escritos.
#NoALaGuerra #FreePablo #ILPRegularizacion #14abril
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Quizás para eso habría que abrir el libro y empezar a leerlo o bien conocer la trayectoria del autor y entender que sus crónicas son precisamente eso, las suyas, eso que a veces tan pedantemente se señala como la “voz del autor”, que se expresa en poesía, a veces en prosa, a veces como artículo, a través de las redes, en fin una voz, que en medio del ruido que nos domina trata ante todo de expresarse y lo que es fundamental para alguien que quiera aproximarse a la creación literaria, decir y ser algo diferente, poner de manifiesto algún tipo de conflicto, el que sea, pues sin lo cual el ejercicio literario es ante todo repetición, lo cual no creo que sea el caso.
Un aspecto quería señalar es el nominativo, y aquí aprovecho el conocer al autor hace ya décadas, para señalar a Francisco Javier Rodríguez Amorín, fundamentalmente como Amorín que es por el nombre que le hemos conocido siempre. En primer lugar porque el significado de amor en pequeñín resulta cercano y hasta muy asturiano. Y en segundo lugar porque si Picasso empezó firmando sus obras como Pablo Ruíz Picasso, después Pablo R. Picasso, más tarde Pablo Picasso, y finalmente solo Picasso, porque Amorín va a ser menos que Picasso.
Otra cuestión que considero necesario abordar es señalar lo de primer libro, lo cual no quiere decir que estemos ante un poeta novel, alguien que se adentra a la manera de Rimbaud en el bosque de la poesía, y aunque Amorín haya conocido algo parecido a temporadas en el infierno en las baterías de Ensidesa, nos encontramos con alguien que ha desfilado escritura, es decir que ha leído y roto cuartillas, que ha pensado, que ha viajado tanto al exterior como al interior para encontrar eso que se llama la propia voz, pero en este caso creo que existe.
Mejor o peor, lo que escribe Amorín es perfectamente identificable, representa un pensamiento, una manera de ser y estar en el mundo. Algo que no es de ayer, sino de muchos ayeres, un calendario de décadas atrás, y aquí permítaseme tirar del tiempo que nos conocemos, cuando un compañero, dijo que Amorín escribía versos poco menos que porque era un adolescente que aún no había encontrado su lugar en el mundo o como aquellos que cuando se enamoran le escriben unos versos a la novia, aunque no hayan leído un libro de poesía en su vida, que cuando su vida se normalizase, abandonaría la escritura. Pues bien, Amorín lleva varios años casado, además con la misma persona, lo cual es algo extraño en esta época, tiene un hijo, para ambos de hecho está dedicado el libro, llevaba décadas trabajando en la misma empresa, aunque esta haya cambiado de nombre y dueños, es una persona con una actividad pública y social… y sin embargo, la escritura sigue estando ahí.
La poesía no es biografía, pero sin biografía no hay poesía, no es difícil encontrar en los versos de este libro al Amorín militante social y político, al trabajador que podemos llamar con eso que se estila tan poco de conciencia de clase, pero creo que siendo importante esto sería reduccionista limitarlo a eso, porque a través de un efecto de escisión personal, no consumada, nos encontramos con el ser que mira todo eso y reflexiona, piensa, busque referentes, se adentra en algo también está bastante desacreditado, hace un ejercicio intelectual, que podría señalar en su primer poema que con el curioso nombre de Dislocación asamblearia, señala, “No se junta con quien trabaja/ dificultosamente la masa gris de palabras.” En el poema titulado Hermenéutica, el arte de la interpretación nos lleva a un collage de versos, por ejemplo: “La colección de amores sin permisos, /escritas dentro de los paladares/ con sabores rotos de vino, para un verso ciego/ mudo, lleno de miedo.” Y más contundente, en ese mismo poema: “Nacidos libres, nacidos para matar, los rebaños consumen/ belleza sublime y orden: ignis ardens”, el fuego ardiente. En el poema Fuera, el primer y el último son definitorios: “La minuciosa ingeniería de la estupidez nos mantiene unidos” y el último, “La soledad es soledad y la compañía, compañía.” Y en Oscura disimilitud aborda una divinidad nietzschana: “Un dios sin habla que nunca se equivoca/ al fin nos da prisión en su cómoda.” Y el yo poético aparece alguna vez: “He ensayado miles de versos perfectos./Ensayé millones de versos perfectos, para concluir: “Ensayaré unos pocos versos perfectos./ Habré de ensayar un solo verso perfecto.” Y no sé si perfectos, los dos versos que figuran en la contraportada: “La claridad absoluta no es claridad./ Amanece un futuro imperfecto.” El primero nos habla de aquello que expone Yasunari Kawabata en Elogio de la sombra y que nos señala que la mirada, la cosmovisión no se forja tanto en la luz, como para cuando aprender a mirar necesita de la oscuridad, de las sombras, de los claroscuros y el futuro, aparte de imperfecto, y en estos momentos puede llegar a ser tenebroso, es, como dijera Leonar Cohen, un asesino, un asesino frente al que todos vamos a caer tarde o temprano, y mientras tanto, nos queda la palabra en el tiempo, en este tiempo nuestro, como hace Amorín con sus poemas, con sus escritos.
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