eldiario.es/ Edu GalánFollow
El exsindicalista y exdirigente de IU publica La amnesia de los cómplices (KRK), donde recoge ciento cincuenta historias de víctimas del franquismo.
“Lamento mucho que los partidos de izquierda no hayan colocado en un lugar muy importante de sus programas la anulación de la Ley de Amnistía del 77”.
“IU se convirtió en una fuerza más, se encerró en las instituciones y no hay cambios políticos si no se organizan desde la sociedad civil”.
Gerardo Iglesias (La Cerezal, Mieres, 1945) ha sido muchas cosas. Entre ellas, minero y sindicalista y Secretario General de CCOO y Secretario General del PCE y Coordinador General de Izquierda Unida y, ahora, publica La amnesia de los cómplices(KRK editores), un volumen en el que recopila las historias de víctimas pasadas y presentes del franquismo.
Después de ¿Por qué estorba la memoria? (KRK editores, 2011), ¿cómo acabas en este siguiente volumen sobre memoria histórica, La amnesia de los cómplices?
Es una continuación del primer libro, que recogía veintidós biografías de guerrilleros y sus familias. Este se alarga hasta unas ciento cincuenta historias. Fundamentalmente, trato de recuperar la memoria de estas personas, ¡ya me gustaría poder recuperar la de los miles que combatieron en la posguerra! También, al recuperar esta memoria, intento luchar contra la impunidad de los crímenes cometidos durante la dictadura y el no reconocimiento de los derechos de las víctimas.
¿Qué es lo que más te duele del olvido?
Lo más doloroso es conocer que hay una serie de gentes, incluso cercanas a mi familia, que siguen en las cunetas o en las fosas comunes. La llamada “Ley de la Memoria Histórica” que nos ha comprometido como Estado a catalogar, investigar y exhumar estos cadáveres, dejó la opción de subvencionar a particulares para que pudiesen hacer esta labor, pero resulta que ni siquiera eso. Ha llegado el gobierno del PP y las ha detenido totalmente. Esto es muy doloroso aunque el problema sea de fondo. La Transición ha hecho que asumamos muchos elementos de la dictadura franquista y se traduce en el enorme problema de corrupción que tenemos en este país, que deja a la democracia en nada. Se está gobernando por decretos, incluso con mayoría absoluta del PP.
En el libro hay historias que te tocan muy de frente, como las de Gerardo y Eliseo Argüelles, ¿cómo afectaron a tu familia sus asesinatos?
Eran hermanos de mi madre. Y no solo ellos, toda mi familia, por parte de mi madre y de mi padre, ha sido brutalmente represaliada. Ha habido fusilamientos, asesinatos, muchos años de cárcel… por ejemplo, en el año 50 a mi padre le torturaron cruelmente, le reventaron el vientre delante de casa y luego pasó muchos años en la cárcel… y ya venía de los campos de concentración y de los batallones de trabajo forzado. Había mucho sufrimiento: mi madre estuvo en el campo de concentración de Figueras; mi hermana, Delfina, nació en la cárcel en Mieres… en fin, historias como la de mi familia y más duras aparecen en La amnesia de los cómplices.
Otro de los objetivos del libro es presentar al franquismo como una maquinaria violentísima de represión y no como tratan de dibujárnoslo algunos en el PP o en TVE con entrevistas cutres a ese personaje, la nieta del dictador.
Hay un intento de dulcificar lo que fue la dictadura. La Segunda Guerra Mundial empezó en España con el apoyo masivo de las potencias nazi-alemana y fascista-italiana, sin olvidarse de la dictadura de Salazar. Ha sido una dictadura fascista con todas las letras, no se nos puede olvidar que el dictador murió matando, nunca jamás quiso negociar: él quería ser el dueño de España.
Dentro de la dinámica de la posguerra, hay algo que me parece terrible: la delación. Cómo se obligaba a familias o amigos, bajo amenaza o tortura, a revelar los paraderos de sus allegados.
La delación fue bastante extendida, desgraciadamente. Se fundamentaba en el factor miedo, en el terror absoluto que habían extendido en la población. En cuanto alguien pasaba por el cuartelillo de la Guardia Civil, era “o colaboras con nosotros, o te eliminamos a toda tu familia”. Y, además, lo hacían: el que se negaba se podía encontrar al día siguiente a su mujer en la puerta de su casa con dos tiros en la nuca. No se puede justificar nunca la delación pero tiene una explicación clarísima: el terror.
Al escribir el libro, mi intención no era la de un historiador, sino más bien la de recoger historias, de recoger memorias. Los descendientes de las víctimas son los que mejor pueden decir hasta qué punto las heridas siguen abiertas, hasta qué punto esa afirmación de “no hay que reabrir las heridas” es falsa. Las heridas nunca se cerraron, se cubrieron con un tupido velo. Los crímenes del franquismo hay que juzgarlos, vivan o no los responsables. España necesita disponer de un relato común sobre lo que fue esa parte de la Historia, especialmente, una parte tan traumática.
Una parte de esto es la querella argentina de unas víctimas, que fue aceptada a trámite.
Es un hecho muy importante, pero lo que ocurre es que, como la propia jueza ha admitido, le están poniendo palos en las ruedas. Ya hemos visto la respuesta del Tribunal Supremo de nuestro país con respecto a la extradición de una serie de torturadores, y ahora vemos cómo el gobierno se lava las manos argumentando que ha prescrito o tirando de la ley de Amnistía del 77… Lamento mucho que los partidos de izquierda no hayan colocado en un lugar muy importante de sus programas la anulación de esa Ley de Amnistía.
Quedan restos del franquismo por toda España, pero el más evidente es, cuarenta años después de la muerte del dictador, el Valle de los Caídos.
Es un hecho terrible, porque allí han muerto miles levantando ese edificio y comparten tumba con el dictador. Además, lo más espantoso es que quién más se resiste a sacarlo de ahí y a convertir ese lugar en un centro de la Memoria, es la Iglesia católica. Se dedican a impartir allí clases de nacionalcatolicismo. No se nos olvide que la Iglesia ha estado comprometida hasta los tuétanos con la dictadura, durante todo el régimen. Sin negar que ha habido sacerdotes que se han posicionado del lado de las víctimas, es frecuente encontrar en los interrogatorios de las comisarías a un cura con un garrote en la mano, participando en las torturas. Ahí están todas las proclamas de la exaltación del fascismo de los cardenales de la época…
Y de nuestros días. Hay algunos, como Cañizares, que siguen rezando aún por la Unidad de España.
No hace mucho que leía que en una Iglesia de Madrid el cura llamaba para dar una respuesta al crecimiento de la extrema izquierda como la que se dio en el 36. Es que aún queda muchísimo franquismo, esta lleno de esquelas, de reconocimientos honoríficos,… pero es que además son frecuentes los homenajes, como el de la División Azul, en el que incluso participaron miembros del Gobierno.
¿Crees que el PCE abandonó o dio por perdidos a los guerrilleros asturianos de los que hablas en tu libro?
El PCE, que fue el que más tiró por la lucha armada, aunque también participaran socialistas, anarquistas o republicanos, creyó que en una primera etapa estaba completamente justificado hacer focos de resistencia en el país para forzar la intervención de las potencias aliadas. Por ejemplo, cuando los republicanos españoles derrocharon tanta sangre y heroísmo en la resistencia francesa estaban pensando que, a continuación, vendría la liberación de su patria.
A partir de mediados del 46 o principios del 47, cuando se ve que las potencias aliadas prefieren una dictadura al supuesto peligro de la toma del poder por los comunistas, creo que el partido se equivocó en prolongar esa forma de lucha. Incluso, en el año 48, tras una entrevista que mantiene Carrillo, Pasionaria y Antón con Stalin, este les aconseja que se orientasen a la lucha de masas, a entrar en las organizaciones del propio régimen y abandonar la lucha armada. Hay, en efecto, una reunión del Comité Central en París donde se toma la decisión de poner fin a la lucha armada pero, en realidad, fue una quimera. En el papel, se ponía fin a la lucha armada pero la dirección del partido sigue enviando guerrilleros y, de hecho, no termina hasta que no es eliminado el último de ellos, en octubre de 1952.
La dirección del partido ha cometido muchos errores, sobre todo, porque los dirigentes no pisaban el terreno donde luchaban estos hombres. Hubo un permanente enfrentamiento entre los delegados de Francia, “los franceses”, con los guerrilleros autóctonos, que conocían mucho mejor la realidad.
La Transición y los partidos de izquierda que participan en ella tampoco arreglaron este abandono…
La Transición se hizo bajo la amenaza y el chantaje permanente. Han permanecido todos los aparatos del Estado fascista y con ese apoyo, los franquistas negociaron con las fuerzas democráticas en posición ventajosa y han diseñado un sistema a su medida. Pero lo digo en el libro: se hizo lo que se pudo, los franquistas tenían todo el poder. Lo que es inexplicable es cuando gana el PSOE en el año 82, no se empiece a superar todas las concesiones que se habían hecho. Se abandonan completamente a las personas que más habían sacrificado por devolver la democracia a España. Ni siquiera se ha tenido la sensibilidad de reparar las desapariciones forzosas, los enterramientos… ¿qué explicación tiene esto?
El bipartidismo ha sido una pieza importantísima del modelo diseñado en la Transición y el PSOE forma parte beneficiaria, a la que no le interesa remover ese asunto. En España no tendremos una democracia verdadera si no se abre un proceso constituyente y se redacta una nueva Constitución que aborde la gran asignatura pendiente de la Transición: que existió una dictadura fascista, criminal, que ha regado España de sangre. No se puede construir sobre el olvido, este país necesita escribir un relato compartido sobre qué fue todo aquello para que las nuevas generaciones conozcan su pasado.
Me tengo que salir del libro para preguntarte una cosa a lo burro: ¿tú inventaste Izquierda Unida?
La verdad es que la propuesta fue, inicialmente, bastante unipersonal pero se debatió después y se hicieron una serie de elaboraciones porque algunos éramos muy conscientes de que los partidos tradicionales ya no eran cauces válidos para comunicar las inquietudes sociales con las instituciones del Gobierno. Había que dar entrada a nuevas fuerzas emergentes, como se ha visto ahora. ¡Pensemos que los partidos tradicionales de la izquierda arrancan con la Primera Revolución Industrial! IU quiso pero no fue capaz de ser una fuerza renovadora. Más que un partido tradicional, IU era un movimiento sociopolítico pero al final la inercia de la cultura comunista lo ha terminado convirtiendo en un partido más.
¿Cómo ves el futuro de IU y las fuerzas de izquierdas en estas elecciones? ¿Tú apostarías por la Unidad?
Creo que IU lo tiene complicado; quiso ser algo parecido a Podemos, y no sé cómo evolucionará Podemos pero su emergencia ha sido una gran cosa para el país. IU no pudo, no supo… se convirtió en una fuerza más, se encerró en las instituciones y no hay cambios políticos si no se organiza la sociedad civil y se promueve una gran movilización. Llegó un momento en que IU fue completamente desbordada y otros se han encargado de llenar ese vacío.
En el partido hay gente muy interesante, como Garzón, que me parece un gran valor, pero el problema es que no tiene el apoyo territorial: sigue dominando una concepción sectaria, vieja. Aquí mismo, en Asturias, por ejemplo, llegó Gaspar Llamazares y lo primero que hizo fue pactar con el PSOE la mesa del Parlamento, los sueldos y los asesores, a espaldas de Podemos. Podemos le dice “votad a nuestro candidato porque sumamos los mismos escaños que el PSOE” y, una de dos, o peleamos por la presidencia o por una buena posición en la negociación. Gaspar Llamazares dice “¡naranjas de la China!” y siguen anclados en el sistema. Ahora IU es parte del sistema bipartidista: se conforman con ser muleta del PSOE, y este país necesita un cambio rupturista. En ese sentido, aunque hay corrientes muy interesantes en IU como la que representa Alberto Garzón, lo tiene difícil en el futuro.