Cayetano Redondo, el alcalde de Madrid fusilado por Franco
Nuevatribuna.es/Fernando Olmeda
¿Cuándo el Ayuntamiento de Madrid honrará a quienes formaban parte del consistorio y fueron represaliados por el franquismo?
Cayetano Redondo Aceña, alcalde de Madrid durante la guerra civil, fue fusilado en las tapias del Cementerio del Este el 21 de mayo de 1940.
Nacido en Segovia el 7 de agosto de 1888, Cayetano Redondo provenía de una familia humilde, ya que su padre trabajaba como conserje en el Alcázar de Segovia. En 1892 la familia se trasladó a Madrid. Al ser el primogénito, empezó a trabajar con catorce años, primero en una sastrería y luego en una imprenta. En 1913 se casó con Asunción Martín, con quien tuvo tres hijos y una hija. En 1917 entró en el Ministerio de Fomento como oficial cajista de la imprenta.
En 1918 entró como redactor en el El Socialista, ascendió a redactor-jefe en 1925, y asumió la dirección de marzo de 1930 a junio de 1931. Dirigió también otros medios vinculados a Juventudes Socialistas y a UGT. En 1931 trabajó como oficial auxiliar de Artes Gráficas en el Instituto Geográfico Catastral y Estadístico.
Paralelamente había inició su actividad sindical en el sector de las artes gráficas y se había incorporado a las Juventudes Socialistas de Madrid, de las que llegó a ser presidente. Más adelante se afilió al PSOE.
Fue elegido concejal por el distrito de Chamberí de Madrid en las elecciones de 1931. El alcalde, Pedro Rico, le nombró delegado de asistencia social y teniente de alcalde del distrito de Universidad. Semanas después fue elegido diputado por Segovia -en representación del PSOE- para las Cortes Constituyentes de la Segunda República.
Lector empedernido, aprendió francés y fue un activo esperantista. Fundó en 1928 el Grupo de Trabajadores Esperantistas y presidió el IX Congreso de Español-Esperanto celebrado en Madrid en 1932. Andrés Saborit, periodista y político como Redondo, le describía como un “buen escritor y orador claro y profundo, sin latiguillos y arengas al viejo estilo, daba siempre una sensación de serenidad y un sentido de respeto para las ideas ajenas, que le granjeaban la estimación de propios y extraños. Se puede decir en justicia que nuestro querido compañero no dejó tras de si ni odio ni rencor”. Entrañable y modesto, desempeñó sus cargos con sencillez, sin deseos de polemizar o herir susceptibilidades. Para Saborit, “en todo fue bueno, cordial, humanitario y sentimental”.
En noviembre de 1936, tras la marcha Pedro Rico (que había vuelto a ocupar el cargo de alcalde), Redondo fue elegido sucesor por unanimidad de los miembros de la corporación. Días después fallecía su hijo mayor durante los combates en el Puente de los Franceses de Madrid.
El 23 de abril de 1937 dejó la alcaldía, pasando a la Diputación Provincial. En octubre estuvo al servicio del PSOE en Barcelona e impulsó la edición barcelonesa de El Socialista. Su posición moderada dentro del socialismo le llevó a una situación incómoda.
En 1938 fue destinado como comisario del PSOE en el IX Cuerpo de Ejército en el frente de Andalucía, comandado por Francisco Menoyo y con cuartel general en Úbeda. Redondo se dedicó a atender el Hogar del Combatiente de Jaén. El 28 de marzo de 1939, la ciudad de Jaén fue ocupada. Menoyo y Redondo hablaron por radio para recomendar calma a la población civil y exhortando a los combatientes a rendirse. Al día siguiente se entregó en la Comandancia Militar de Baza.
Pasó por las cárceles de Baza, Jaén y Torrijos (Madrid). En los catorce meses en que estuvo encarcelado no dejó de leer y estudiar; perfeccionaba su inglés y enseñaba a leer a otros presos. Su esposa también estuvo en prisión un tiempo, lo que dejó a su hija Julia, de trece años, sin custodia. Acusado de “auxilio a la rebelión”, fue juzgado en consejo de guerra y condenado a muerte.
De nada sirvieron los testimonios a su favor de los concejales conservadores Francisco Antonio Alberca, Antonio Pelegrín y Aurelio Regúlez, a los que había protegido en los primeros meses del asedio de Madrid, ni de un grupo de funcionarios del Ayuntamiento de Madrid entre los que se encontraba el secretario general, Mariano Berdejo.
Una vez pasada la resaca de la borrachera de fusilamientos del 16 de mayo (veintisiete ejecutados en un solo día), la máquina asesina del régimen volvió a ponerse en marcha. A las once de la noche del día 20, Redondo escribió en su celda de Torrijos esta carta de capilla:
Queridísima esposa mía: A las nueve de la noche de hoy, lunes día 20 de Mayo de 1940, me comunican en esta Prisión de Torrijos que se aproximan las horas finales de mi vida. Estoy tan tranquilo como siempre, en cuanto a mi conciencia de que he procurado no causar daño a nadie y hacer todo el bien que he podido.
Me tortura un dolor profundo, que es el de dejaros, a ti, valerosa y sufrida compañera de mi vida; a mi hija del alma Julita, a mis hijos Pepito y Mariano. Todos los minutos que me quedan los dedico con el pensamiento a vosotros y a mis hermanos y a sus esposas, a Micaela a Concha y a Benita, y a todos vosotros, y a mis buenos amigos Hoyos y Vicente.
Pronto os reuniréis todos en vida familiar y a ti, Asunción, te pido que tengas fortaleza de espíritu para ser la madre amantísima que fuiste siempre y la buena hermana de mis hermanos y de los tuyos. Moriré dando un beso al retrato de Julita para que ella os lo dé a todos vosotros, a Mariano y a Pepe mis hijos adorados, cuando pueda, y a mis sobrinitos y os recomiendo que seáis valerosos en la adversidad, que viváis muy unidos y que penséis que mi alma, como la de mi inolvidable hijo Paquito, estará siempre a vuestro lado y os pedirá, como yo os lo pido ahora, que no guardéis odio ni rencor a nadie, que trabajéis para que Julita se eduque bien y sea feliz con todos vosotros, que así lo deseo y lo pienso yo también, y con ello soy feliz.
No os dejo mas que mi pobreza, que es consecuencia de mi vida de trabajador honrado. Saludad a mis amigos, Don Mariano Berdejo; a Don Aurelio Regúlez manifestadle toda mi gratitud y dadle a leer esta última carta mía, con la súplica que os ayude si es posible facilitándoos trabajo para que podáis vivir decorosamente. Siento no poder abrazar a Don Aurelio y a los demás amigos. A mis hermanos Mariano y Julián les pido con todo el corazón que sigan queriendo a Julita como se que la quieren, y que la ayuden, si les es posible, para que puedan vivir como merece, en unión de ti mi queridísima Asunción, de nuestros hijos y de todos vosotros.
Cuídate mucho Asunción; se fuerte para que podáis volver a la vida de nuestro hogar en el que fuimos felices y sufrimos junto a nuestros hijos.
Nada más. Todo mi cariño, toda mi alma queda entre vosotros y os acompañará a lo largo de vuestra vida.
Adios. Hasta siempre. Vuestro padre y esposo
Cayetano Redondo (Rubricado)
Y en el reverso:
A mi esposa Asunción Martín Tapia y a mi hija Julita Redondo Martín.
Para entregar a mis hijos o a mis hermanos Julián o Mariano Redondo.
Ese día también fueron fusilados Manuel Cantero San Julián, María del Rey Mansilla y Antonio Rodríguez Sanz. La ejecución no fue comunicada a su viuda.
Fue enterrado en una sepultura de caridad, pero sus restos fueron trasladados junto a los de José Gómez Osorio, fusilado meses antes, gracias a la preocupación de la familia del que fue último gobernador civil republicano de Madrid. Su tumba se encuentra ahora junto al lugar elegido para recordar a “Las Trece Rosas”.
Aunque había sido depurado como periodista, en mayo de 1942 la Junta Directiva de la Asociación de la Prensa tuvo en cuenta la precaria situación de la familia y acordó conceder una pensión de viudedad.
Como tantos personajes ilustres de la vida de Madrid, fue olvidado por la historia. Desde 2006 una calle del barrio de Sanchinarro lleva su nombre. Queda un homenaje pendiente. Que el alcalde Cayetano Redondo Aceña reciba el homenaje de la ciudad figurando en el memorial que el Ayuntamiento se comprometió a instalar en el cementerio de la Almudena.
(Elaboración propia con información complementaria de Madrid 1936)