La ONU advierte a España de que está “obligada” a extraditar a los mandos franquistas
El Ayuntamiento de Zaragoza, en cumplimiento de la moción aprobada en Pleno el 23 de diciembre de 2015, da los primeros pasos para interponer una querella criminal a los efectos de iniciar una investigación por los crímenes contra la humanidad cometidos por la dictadura franquista en la ciudad de Zaragoza.
En una reunión del consejero de Cultura, Fernando Rivarés, con la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica de Aragón (ARMHA) y la Coordinadora estatal de apoyo a la Querella Argentina contra crímenes del franquismo (CEAQUA) se ha decidido abrir un Oficina de atención a las víctimas para recoger los testimonios y documentar los hechos que permitirán elaborar un informe que servirá como base para presentar la querella en los tribunales.
Zaragoza forma parte de la Red de ciudades contra la impunidad que pretende practicar la justicia y la reparación a las víctimas de los delitos contra la humanidad perpetrados por el franquismo.
El martes 27 de marzo en la Sala Artistic Metropol a las 20 horas se proyectará el documental de Vector Fáver sobre las violaciones de los Derechos Humanos.
España es, desgraciadamente, uno de esos países. Para contarnos la violación de Derechos Humanos en España participarán en el coloquio Soledad Luque, asociación “Tofos los niños robados son también mis niños”, y Luís Suárez, asociación ” La Comuna de expresos del franquismo “.
http://bit.ly/2Ga9Ihq
El sábado 24 de Marzo por la mañana, hablamos de uno de los episodios mas negros del franquismo, los niños robados, con Sol Luque y Pilar Navarro.
Podemos Madrid
Labels: 2018 at 11:50PM , Convocatorias , March 22 , Noticias , Noticias de la Plataforma madrileña
Los tres partidos tumban la propuesta de Unidos Podemos, ERC, PNV y Grupo Mixto, e impulsada por CEAQUA, para modificar la Ley de Amnistía y que no sea aplicable a los crímenes cometidos por el franquismo durante la Guerra Civil y la dictadura.
El Congreso no modificará la Ley de Amnistía para permitir que los crímenes del franquismo sean juzgados. Dicho de otro modo, PP, PSOE, y Cs se han unido este martes en el Parlamento para que los crímenes franquistas permanezcan impunes. Los tres partidos han anunciado su intención de rechazar la propuesta Unidos Podemos, ERC, PNV y Grupo Mixto para modificar la Ley de Amnistía para que no sea aplicable a los delitos de la dictadura.
La propuesta, que nació de los distintos colectivos y víctimas que integran la Coordinadora Estatal de Apoyo a la Querella Argentina (CEAQUA), solicitaba añadir un párrafo a la conocida Ley de Amnistía que estableciera, concretamente, que la norma “no impedirá” que “los juzgados y tribunales investiguen, enjuicien e impongan las penas correspondientes a las personas responsables de haber cometido delito de genocidio, lesa humanidad, delitos de guerra y otras graves violaciones de derechos humanos”.
En defensa de la iniciativa, la diputada de Unidos Podemos Yolanda Díaz ha denunciado que la Ley de Amnistía se convirtió en un “escudo” para no investigar los crímenes del franquismo, delitos de lesa humanidad que nunca prescriben. “Ha llegado el tiempo de la verdad, el tiempo de un país sin miedo, un país que reescriba su historia, la historia de verdad”, ha proclamado.
Por contra, los representantes del PP, PSOE y Ciudadanos han lamentado que se intente “demoler” la historia de reconciliación en la que se basó la transición democrática, al tiempo que han negado que la Ley de Amnistía de 1977 fuera una “ley de punto final” como denuncian el resto de los grupos.
Así, el socialista Manuel Cámara ha incidido en que de cambiarse la norma se darían situaciones de “inseguridad jurídica”. A su juicio, sería “mucho más productivo” ampliar la Ley de Memoria Histórica en el sentido planteado por la proposición de ley del PSOE cuyo debate ha vetado el Gobierno.
No obstante, no es la primera vez que los socialistas se niegan a reformar la Ley de Amnistía ni que alegan problemas de “seguridad jurídica” para tumbar una propuesta de las víctimas de la dictadura. Este fue también el argumento de los socialistas para rechazar, durante la legislatura de Zapatero, la anulación de los juicios del franquismo que mantienen a personajes como el poeta Miguel Hernández en el listado de criminales.
La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) lamenta que no haya habido una mayoría parlamentaria para aprobar la reforma de la ley de amnistía para que las víctimas de la dictadura franquista puedan ejercer su derecho a la verdad, a la justicia y a la reparación.
En un comunicado, esta asociación afirma que los votos del PP, del PSOE y de Ciudadanos han cerrado la puerta de acceso a la justicia para las familias de miles de desaparecidos de la dictadura franquista.
Señala que “especialmente incomprensible ha sido la postura del representante del grupo socialista, Gregorio Cámara, quien ha defendido, citando a algunos personajes históricos, la reconciliación que, según sus afirmaciones supuso la ley de amnistía, pero ha olvidado que en los últimos años numerosas personas han viajado hasta Buenos Aires en busca de una justicia que les niega el Estado español”.
Labels: 2018 at 08:50PM , La Querella en medios , March 20 , Noticias
CeAqua
NOTA DE PRENSA
Mañana martes, 20 de marzo, se debatirá en el Pleno del Congreso de los Diputados la
toma en consideración de una proposición de Ley de modificación de la Ley 46/1977, de
15 de octubre, de Amnistía, impulsada por la CEAQUA, habiendo siendo sido suscrita y
presentada por diferentes grupos parlamentarios para su correspondiente tramitación ante
las Cortes Generales (Unidos Podemos, EH Bildu, ERC, PNV, Compromís, Nueva
Canarias y PDCAT)
Esta proposición de Ley tiene por objeto determinar de forma clara y taxativa que la Ley
46/1977 no puede impedir la investigación y el enjuiciamiento de los crímenes
contra la humanidad cometidos por el régimen dictatorial franquista y todo ello en
consonancia con lo dispuesto al respecto por el Derecho Internacional de los Derechos
Humanos y el Derecho Penal Internacional.
La Ley de Amnistía constituye uno de los grandes obstáculos para que las personas que
sufrieron crímenes internacionales durante la dictadura franquista encuentren amparo en
nuestros Juzgados y Tribunales.
Tal y como se ha indicado al Estado español en repetidas ocasiones desde el Consejo de
Europa y desde el Alto Comisionado de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, la
Ley de Amnistía no puede desplegar efectos para impedir la investigación y
enjuiciamiento de los crímenes contra la humanidad cometidos durante la dictadura.
Esta iniciativa legislativa, dada la interpretación que efectúan los tribunales españoles
respecto al contenido de la Ley de Amnistía, pretende clarificar dicha cuestión y revertir
una situación de impunidad incompatible con un Estado democrático.
En este sentido queremos animar a la totalidad de los grupos parlamentarios,
especialmente al grupo parlamentario socialista, para que esta iniciativa legislativa pueda
continuar con su tramitación y su aprobación final en las Cortes Generales. La posición
que adopte el Grupo Parlamentario Socialista en la votación de mañana -dados los
apoyos inicialmente obtenidos para la tramitación de la Proposición de Ley- decidirá
finalmente el recorrido de la misma. Por ello, queremos recordar a los Diputados y
Diputadas que conforman dicho Grupo que esta iniciativa pretende dar cumplimiento a
una demanda de justicia de personas y sus familiares que han sufrido graves violaciones
de derechos humanos y el no otorgar dicho amparo supone infringir, una vez más, las
normas más elementales y básicas que deben regir un Estado de Derecho.
En definitiva, deseamos desde la CEAQUA que la totalidad de los grupos parlamentarios
atiendan a esa demanda y finalmente voten a favor de la toma en consideración de
modificación de la Ley de Amnistía propuesta.
Labels: 2018 at 02:24PM , Comunicados , Convocatorias , La Querella en medios , March 19 , Noticias
Público/Alejandro Torrús
http://bit.ly/2G2KsZg
La obra ‘Verdugos impunes’ explica cómo el franquismo desplegó un “terror con carácter masivo y sistemático” que se mantuvo en diferentes maneras a lo largo de los 40 años de dictadura.
El franquismo nació con un “exterminio suficiente”. Un plan de exterminio que llevó a cada localidad española su matanza particular. Así lo explica el historiador e investigador Francisco Moreno en la obra Los desaparecidos de Franco. Es decir, las fuerzas franquistas al ocupar una aldea practicaban docenas de fusilamientos. Era una inversión en terror y escarmiento que buscaba asegurar la paz social durante décadas. El golpe de Estado de 1936, por tanto, no fue una respuesta al asesinato del diputado monárquicoCalvo Sotelo. Tampoco a una presunta, e inexistente, revolución comunista. Fue una operación militar para conquistar el poder. A costa de lo que fuera. En palabras del director del golpe, el general Emilio Mola, una vez declarada la sublevación militar había que “eliminar sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros”
¿Y quiénes no pensaban como ellos? ¿Quiénes eran los objetivos a eliminar?Aquellas personas que pertenecían a partidos republicanos, nacionalistas u obreros, así como a sindicatos o asociaciones obreristas. También los funcionarios leales a la República, como los maestros, que fueron depurados en masa; los intelectuales que simpatizaban con la democracia republicana; los masones; los homosexuales que no se ajustaban a los cánones morales de los golpistas; las mujeres que trascendieron del rol de la domesticidad para ocupar el espacio público; y, en general, toda persona que sin ser militante era conocido por sus ideas democráticas u obreristas.
160.000 víctimas mortales entre 1936 y 1945; más de 2.000 fosas comunes y por encima de los 100.000 desaparecidos
Y el franquismo se puso manos a la obra. Con su plan de exterminio. Con sus prácticas genocidas. Y el resultado es más o menos conocido. Tal y como recoge la obra colectiva Verdugos impunes (Pasado y presente), las cifras de la represión a primera hora fueron los siguientes: 160.000 víctimas mortalesentre 1936 y 1945; más de 2.000 fosas comunes y por encima de los 100.000 desaparecidos; 600.000 procesados por cortes militares (sin contar a los ejecutados); en 1940, más de 20.000 presas políticas; 150.000 exiliados permanentes ; 9.000 ciudadanospasaron por los campos nazis de exterminio, de los que 5.000 nunca regresaron; otros miles que pasaron por los campos de concentración que se abrieron por todo el territorio y miles de personas que vieron cómo los ganadores les robaban sus posesiones en virtud de un nuevo orden social: vencedores contra vencidos.
Estas serían las víctimas de “la matanza fundacional” de la dictadura, tal y como lo definió Francisco Moreno. Pero no fueron ni son las únicas. La dictadura siguió dejando un reguero de víctimas a lo largo de sus 40 años de control y dominio. La obra Verdugos Impunes, firmada por José Babiano, Gutmaro Gómez, Antonio Míguez y Javier Tébar, es especialmente interesante para conocer una realidad menos conocida: las víctimas de la dictadura que no están en las cunetas.
Los autores hacen un repaso a las víctimas que el franquismo fue dejando y cómo perpetuó y perfeccionó un sistema represivo donde no tenían cabida los derechos humanos ni, prácticamente, la mitad de la población. El balance es estremecedor. Decenas de miles de bebés robados desde el inicio de la dictadura en las cárceles de mujeres republicanas hasta bien entrada la democracia. Trabajadoresesclavos. Estudiantes torturados. Activistas asesinados. Maestros depurados. Trabajadores expulsados de sus empleos y condenados a la miseria absoluta por sus ideas políticas. Otro ejemplo: solamente en 1974, alrededor de 25.000 trabajadores habían sido suspendidos de empleo y sueldo, mientras que un número aún hoy desconocido había sido despedido por estos motivos.
Pero hay más. Decenas de miles de mujeres se vieron encerradas en su hogar, subyugadas al varón y sin libertad ni para firmar un contrato laboral. Miles de personas del colectivo LGTBI fueron juzgadas y condenadas como vagos, maleantes y peligrosos. Se estima, por ejemplo, que en 1976, con Franco ya muerto, había en la cárcel 698 varones homosexuales por su ‘peligrosidad’.
Decenas de miles de bebés robados desde el inicio de la dictadura en las cárceles de mujeres republicanas hasta bien entrada la democracia
Pero este es solo un resumen a brocha gorda. El libro explica cómo afectaron a los ciudadanos, por ejemplo, el estado de guerra que estuvo vigente hasta 1948 o los 11 estados de excepción que el franquismo declaró para hacer frente a las movilizaciones obreras y estudiantiles. Pero también muestra las huellas del Tribunal especial contra la masonería y el comunismo, que funcionó de 1940 a 1963; o del Tribunal de Orden Público, creado en 1963, que juzgó a más de 50.000 personas, de los que un 70% eran trabajadores.
También señala las torturas y los malos tratos sistemáticos en comisarías y centros de detención. Los luchadores por la democracia recibían el mismo trato en las comisarias de Sevilla, Barcelona o Madrid. No eran policías aislados que torturaban, era un sistema torturador dentro de un régimen dictatorial que también hizo uso de la pena de muerte (desde Grimau, Granados y Delgado hasta los cinto últimos fusilados de septiembre de 1975). Pero esta tampoco fue la única forma en la que el franquismo asesinó. Las fuerzas de Orden Público mataron a huelguistas y manifestantes en, por ejemplo, Erandio en 1969, en Granada en 1970, en Madrid en 1971, en Ferrol o Barcelona en 1972.
“Nosotros lo que queríamos mostrar es la totalidad de la dictadura. Hay muchos estudios que analizan la represión de los primeros años de la dictadura, pero nosotros queríamos hacer un análisis en su conjunto para demostrar que el franquismo desarrolla una violencia organizada y sistemáticadesde el Estado contra la oposición, que debe entenderse como todos aquellos que lucharon por los derechos y las libertades frente a la dictadura”, explica a Público José Babiano, coautor de la obra, que será presentada el 4 de abril en la librería Traficantes de Sueños con la participación de la codirectora de Público Ana Pardo de Vera.
Todo este repaso a los diferentes colectivos víctimas de la dictadura y su represión tiene un objetivo muy claro para los autores de la obra: demostrar que la dictadura franquista cometió crímenes de lesa humanidad. Es decir, que la dictadura reprimió de manera sistemática a un grupo de la población civil, en este caso, a la oposición, con conocimiento de dicho ataque.
“La Justicia tiene que juzgar los crímenes del franquismo porque se tratan de crímenes de lesa humanidad. La dictadura nació utilizando prácticas genocidas y esa represión se mantuvo, en lo esencial, durante los 40 años. La dictadura nació con un exterminio suficiente y murió fusilando. Fue una España entre barrotes. “, explica José Babiano, que presentará la obra el próximo 4 de abril en la librería Traficantes de Sueños junto a la codirectora de Público Ana Pardo de Vera.
MADRID, 14 Mar. (EUROPA PRESS) –
El Pleno del Congreso decidirá la próxima semana si admite a trámite una propuesta de reforma de la Ley de Amnistía de 1977 para que se puedan juzgar en España los crímenes cometidos por la dictadura franquista.
La iniciativa fue registrada el pasado 25 de octubre, coincidiendo con el 40 aniversario de la aprobación de aquella norma con las firmas de Podemos, sus confluencias, ERC, PNV, PdeCAT, Compromís Bildu y Nueva Canarias.
Izquierda Unida, socio electoral de Podemos, registró el mismo día en solitario su propia iniciativa para lograr el mismo fin, pero por otros medios. En lugar de reformar la norma, los de Alberto Garzón apuestan por anularla y por obligar al Gobierno a apoyar las reclamaciones que formulen ciudadanos, entidades o instituciones por los delitos cometidos durante la dictadura.
En concreto, la modificación de la Ley de Amnistía cuya toma en consideración se votará el martes consiste en la introducción de un nuevo párrafo en el artículo 9 para dejar claro que las disposiciones contenidas en la norma “no impedirán que los juzgados y tribunales investiguen, enjuicien e impongan las penas correspondientes a las personas responsables de haber cometido delito de genocidio, lesa humanidad, delitos de guerra y otras graves violaciones de Derechos Humanos”.
Los mismos grupos registraron en paralelo una propuesta de reforma del Código Penal que aún sigue pendiente de debate en el Congreso. En esa proposición de ley, complementaria de la que se votará el martes, abogan por añadir un nuevo artículo en el Código Penal, para afianzar la figura de la imprescriptibilidad de los crímenes contra la humanidad, conforme al Derecho Internacional y a los distintos tratados suscritos por España.
La diputada de Podemos destacó cuando se presentaron ambas iniciativas que con estas reformas se da cumplimiento a las recomendaciones de organismos internacionales que, como Naciones Unidas, han pedido que se modifique la Ley de Amnistía.
“Vemos con dolor que partidos que también participaron en la lucha antifranquista, como el PSOE, hoy no esté aquí. Se equivocan al pensar que el olvido puede amortiguar el dolor”, comentó en su día el portavoz de ERC, Joan Tardà.
Desde En Marea, Yolanda Díaz, mostró su deseo de que finalmente los tribunales españoles “se normalicen y se acomoden a lo que dicen las normas internacionales que son las sociedades civilizadas” y en lo mismo incidió Enric Bataller, de Compromís, quien recordó que el artículo 10 de la Constitución obliga a España a atender las normas de Derecho Internacional que decretan la imprescriptibilidad de los crímenes de guerra y lesa humanidad.
Labels: 2018 at 06:53PM , La Querella en medios , March 14 , Noticias
http://blogs.publico.es/verdad-justicia-reparacion/2018/03/10/vitoria-42-anos-despues/
Por Pablo Mayoral, presidente de La Comuna.
Era el 3 de Marzo de 1976. La Policía Armada cercó una asamblea pacífica de más de 4.000 trabajadores en la Iglesia San Francisco, del barrio de Zaramaga y, por órdenes superiores expresas (textualmente en las grabaciones, como si no pasara el tiempo: “Si hay gente ¡a por ellos!), empezaron a disparar contra los que allí estaban congregados. El resultado fue la muerte de cinco trabajadores: Pedro María Martínez Ocio, Francisco Aznar, Romualdo Barroso, José Castillo y Bienvenido Pereda. Hubo, además, más de 100 heridos de bala, entre ellos varias mujeres.
Hacía poco más de cinco meses que había muerto Franco y seis desde que pelotones de la Guardia Civil y la Policía Armada habían fusilado a cinco jóvenes antifascistas condenados a muerte en cuatro Consejos de Guerra Militares que apenas duraron unas horas cada uno. La dictadura franquista seguía intacta.
Ciertamente la masacre de Vitoria fue uno de los episodios primeros y más trágicos de esa ensangrentada transición, que muchos ahora quieren edulcorar con el silencio, para sostener la tesis de que las libertades nos cayeron desde los despachos del poder, ocupados por unos líderes políticos “generosos” y audaces.
Según Alfonso Osorio, Arias Navarro le dijo personalmente: “O hacemos el cambio nosotros, o nos lo hacen”. Ese era el modelo de transición pretendido. Para ese cambio, hecho por y para ellos, las numerosas manifestaciones, huelgas, asambleas y actos de protesta que exigían y ejercían libertades y se extendían por todo el estado, eran un obstáculo. Había que tomar en consideración su empuje y, sobre todo, había que liquidarlo.
Martín Villa, entonces ministro de Relaciones Sindicales del gobierno y, como tal, responsable directo de la represión contra el movimiento asambleario de trabajadores, dice: “La izquierda es la que enarbola la bandera de la democracia. Nosotros nos limitamos a traerla.” Es decir, el 3 de marzo de 1976 era su forma de traer la democracia y definía qué tipo de democracia se gestaba desde el poder en la Transición que entonces comenzaba.
En enero ya miles de trabajadores y trabajadoras habían iniciado en Vitoria una huelga contra el decreto de topes salariales y las malas condiciones de trabajo. El 3 de marzo se convocó por tercera vez una huelga general, que fue seguida masivamente. Era una movilización de los trabajadores en su conjunto, principalmente fábricas del metal, pero también empresas de construcción, de artes gráficas, de la madera, etc.
Las reivindicaciones eran básicas:
También se pedía, en algunas empresas, la jubilación a los 60 años y cobrar el 100% del salario en caso de enfermedad.
Hay que recordar que por entonces el aumento en la carestía de la vida era galopante. En 1975 la inflación media anual fue del 17%, y en diciembre de 1976 la inflación interanual alcanzó el 20%.
Y, sobre todo, los trabajadores empezaron a socavar uno de los pilares de la dictadura: el sindicato vertical. Los trabajadores elegidos en asamblea asumieron el derecho a negociar las reivindicaciones de todos sus compañeros. Muchas empresas optaron por el cierre patronal, porque sólo querían negociar con los delegados del Sindicato Vertical. Muchos de los trabajadores elegidos por la asamblea para negociar fueron despedidos de inmediato, y no pocos perseguidos por la policía. Así, una nueva reivindicación se unió a las anteriormente expuestas: la readmisión de los despedidos.
La Huelga se generalizó en toda Vitoria. Por las mañanas se hacían las asambleas en cada fábrica y por la tarde se organizaban asambleas generales en las que se planificaba su mantenimiento y extensión. La mayoría de las veces, después de la asamblea general, se hacía una manifestación. La organización de una fuerte caja de resistencia supuso un gran acierto para sostener las luchas y paliar las necesidades más urgentes de los huelguistas y sus familias.
Miles de mujeres participaron en las movilizaciones previas, participando en las huelgas, acudiendo a las manifestaciones, organizando las cajas de resistencia, realizando actividades de propaganda, boicots, etc.
La movilización de los trabajadores en todo el Estado era muy extensa. Sólo en Madrid los trabajadores en lucha, mediante la huelga (que por entonces estaba prohibida y era objeto de persecución policial y castigada con cárcel), en diciembre de 1975, eran 150.000. En enero de 1976 ya eran 400.000. A lo largo de 1976, dos de cada tres trabajadores participaron en alguna huelga.
En Vitoria esta situación se mantuvo desde los primeros días de enero hasta el fatídico 3 de marzo, donde se impuso de manera criminal la represión y la necesidad para el régimen monárquico de acabar a sangre y fuego con aquella movilización obrera. En palabras de Fraga: “ Aquello de Vitoria había que aplastarlo, porque estaba dirigido por dirigentes que manipulaban a la clase trabajadora y eran pequeños soviets que se estaban gestando y había que extinguirlos.”
Por lo tanto podemos afirmar que las luchas de aquellos días en Vitoria eran en reivindicación de mejoras concretas en cada una de las fábricas, en repulsa de la dictadura franquista, y en defensa de métodos de organización sindical basados más en la asamblea de los trabajadores que en la burocracia sindical.
Tras la masacre del 3 de marzo, muchos de los integrantes de las comisiones representativas, fueron detenidos y encarcelados. Salieron de la cárcel cinco meses después, con la primera amnistía. Los convenios de los siguientes años fueron los mejores convenios de la clase obrera en Vitoria.
En 2014, Andoni Txasco, portavoz de la Asociación de Víctimas del 3 de Marzo y uno de los damnificados por la represión de aquellos días, interpuso una querella criminal ante la justicia argentina, y solicitó el enjuiciamiento de algunos de los culpables de aquella matanza. Días después, la jueza María Servini emitía una orden de detención internacional contra Rodolfo Martín Villa, entonces Ministro de Relaciones Sindicales, contra Alfonso Osorio, ministro de la presidencia, y contra Jesús Quintana, jefe de la Policía Armada en Vitoria.
Estos días, 42 años después, seguimos exigiendo justicia, y luchamos por todos los medios para acabar con la impunidad de los responsables de la dictadura franquista. El recuerdo de los cinco compañeros asesinados aquel 3 de marzo de 1976 es un acicate más para perseverar en nuestro objetivo de llevar ante la justicia a los criminales responsables.
A la vez, el estudio y análisis de lo ocurrido aquellos días, puede ayudarnos a reflexionar sobre cómo afrontar muchos de los problemas que los trabajadores tienen en estos momentos, y sobre la forma de abordar la lucha para conseguir mejorar sustancialmente nuestras condiciones de vida
Público
Con la victoria franquista la situación de la mujer sufrió una represión que hoy continuamos padeciendo.
Hoy las mujeres siguen luchando por sus derechos.
En el artículo de Público nos acerca a varias mujeres que representan la represión.
http://www.publico.es/politica/resistencia-rojas-enfermas-pecadoras.html
La resistencia al régimen de Franco no se puede entender sin el rol de la mujer. Sin mujeres que, en el punto de mira del dictador por su ideología y por su género, lucharon para sacar adelante a sus familias con sus hombres fusilados, encerrados o desaparecidos o que lucharon en el tardofranquismo contra el patriarcado de la dictadura .
ALEJANDRO TORRÚS (HIJO DE ENCARNITA LÓPEZ)
Juliana Cortés tenía 64 años en 1947. Lo peor de la Guerra Civil y la eterna posguerra, dicen los libros, ya había terminado. Pero para ella no. Ni para su familia. Su hijo era un republicano huido en los montes de Escañuela (Jaén), y los falangistas y Guardia Civil la atacaban y humillaban para que el maqui apareciera.
A Dolores Martínez la condenaron a muerte en 1941 por ser una “mal bicho procaz”.
Enriqueta Martín, bisabuela del que escribe, tenía que andar 34 kilómetros, el camino de ida y vuelta hasta el pueblo vecino, para introducir tabaco, harina y aceite en su pequeño pueblo de Granada. Tenía 3 hijas y un hijo con ella. Su marido y otros dos hijos desaparecieron cuando llegaron los falangistas al pueblo. Era 1937. Nunca más se volvió a saber de ellos.
Rosa Cañadas, con apenas 20 años, tuvo que limpiar casas, picar piedra y coser pantalones, entre otras funciones, para sacar adelante a una familia de cinco hermanos cuyo padre, alcalde de Guadalajara durante la República, había sido fusilado y todas sus pertenencias requisadas.
Son historias reales. Con nombres reales y sufrimientos reales. Sucedieron no hace tanto tiempo en este país. En este Estado. Quizá al lector o lectora no le suenan. Es posible. Ni su sufrimiento ni su dolor ni su lucha cotidiana. La de todos los días. Mujeres silenciadas por la dictadura, por la democracia enferma de amnesia y por una izquierda que durante demasiados años ensalzó a maquis y a luchadores antifranquistas, mientras se olvidaba de ellas, ciudadanas que hicieron posible que el guerrillero siguiera vivo. El 50% imprescindible. El que lo sostiene todo en silencio.
Hasta ahora llevamos solo cuatro casos. Cuatro mujeres que estuvieron en el punto de mira del régimen por su ideología y por su género. Cuatro mujeres que tuvieron que sacar adelante a sus familias con una mano delante y otra detrás o que se jugaron su vida y su juventud por la democracia que hoy disfrutamos. Sus hombres habían sido fusilados, encerrados o desaparecidos. Heroínas desconocidas que mantuvieron vivo el recuerdo de la lucha, que lucharon, y que a base de trabajo, sacrificio y agallas sacaron adelante a sus familias. Mujeres que en la lucha por la justicia y la igualdad vieron como falangistas y guardias civiles asesinaban a sus seres queridos en nombre de Dios y de España.
Mujeres silenciadas por la dictadura, por la democracia enferma de amnesia y por una izquierda no libre de machismo
Emilia es la hermana de Rosa Cañadas. Cuando conversó con este periodista, hace ya algún tiempo, sumaba 84 años. Tenía tan solo 8 cuando vivió el fusilamiento de su padre, Antonio Cañadas, alcalde de Izquierda Republicana de Guadalajara. Eso no se olvida en la vida. Te marca. Emilia tenía edad de jugar, de formarse, de aprender, pero hombres con cruficijo al pecho habían decidido que para ella solo había infierno en la tierra.
“Mi infancia fue una lucha por sacar adelante a mis hermanos. La juventud, otra lucha para alimentar a mis hijos y ahora, ya jubilada, mi obligación es morir luchando. No tengo otra misión en esta vida. Siempre me he sentido feminista, revolucionaria y comunista. Con 14 años entré a una fábrica y allí sentí la opresión del trabajador. Después pasé a trabajar en una oficina de seguros y jamás logré entender por qué cobraba menos que mi compañero hombre”, relató Emilia a Público.
La República significó para la mujer el inicio de la conquista del espacio público. El avance fue tímido y no se puede decir fácil. Una mayoría política de izquierdas no implica necesariamente una mayoría no machista. Pero se dieron pasos adelante. Algunos casi de gigante. Clara Campoamor, en nombre de cientos de mujeres sufragistas, consiguió que las Cortes aprobaran el derecho a voto de la mujer. Pero no sólo. Las mujeres también accedieron a la educación en igualdad de condiciones legales. Se desarrolló el magisterio femenino. Se aprobó el divorcio y se llegó a despenalizar el aborto durante la Guerra, con una ministra de Sanidad como Federica Monseny. Sus organizaciones se extendieron por casi todo el territorio.
Emilia Cañadas
Pero llegó la Guerra, los requetés, las sotanas con pistolas en el fajo y los camisas azules. Militares fascistas y nazis. Bombas de artillería y aceite de ricino. La represión de la mujer en la dictadura franquista, cuenta Pura Sánchez, autora del libro Mujeres de dudosa moral, fue doble. Primero, por “rojas” y, segundo, por “liberadas”. O al revés. Lo mismo da. El castigo y la represión también fue doble. Incluso triple.
Por una parte, las mujeres fueron juzgadas y condenadas por tribunales militares por delitos de auxilio, incitación o excitación a la rebelión. Es decir, por rojas. Por otro lado, también sufrieron la condena social. La reclusión permanente en su propia hogar, en su interior. El renuncio a su propia vida, a su cuerpo, a su libertad. La mujer fue condenada a la reclusión en el espacio doméstico y al abandono de los espacios públicos, que quedaba reservado única y exclusivamente para los hombres. Pero hay más castigos.
“Mi obligación, a pesar de mi edad, es morir luchando. No tengo otra misión en esta vida”
“Hay un tercer tipo de represión extremadamente violento y arbitrario que tenía un fuerte carácter ejemplificador. Consistía en llegar al pueblo recién conquistado por el bando franquista, escoger a un grupito de mujeres, afeitarles la cabeza, hacerles beber aceite de ricino y exponerlas a la vergüenza pública. Las demás ya sabían a qué se arriesgaban si decidían desobedecer”, explica Pura Sánchez, que añade que la mujer fue utilizada durante la Guerra Civil como un “botín de guerra”. “El cuerpo femenino sirvió para evidenciar el poder de los hombres”, sentencia Sánchez.
La explicación histórica de Pura Sánchez encuentra su ejemplo humano en el caso Juliana Cortés, una mujer de Escañuela (Jaén) a la que pelaron dos veces, una al terminar la guerra y otra un poco después, cuando ya le había crecido el pelo y fue un día a por agua con tan mala suerte que se encontró a “una mujer de derechas, que avisó de nuevo a los falangistas”. Juliana se había atrevido a dejarse ver por el pueblo y eso tenía que ser castigado.
Mujeres rapadas durante la Guerra Civil.
“A mi madre y a nueve mujeres más del pueblo las pelaron. A mi madre no la pasearon, pero a las otras sí. Con tambores por la calle. Fue a finales de abril del 39. Fueron a buscarlas los falangistas, que eran del pueblo. Las pelaron en la cárcel y en la casa de Falange les dieron aceite de ricino. La gente, los de derechas, iban a mirar, los niños y los más mayorcitos iban detrás. Las mujeres de nuestra clase no fueron a ver el desfile, pero las otras sí”, recordaba para Público María González, hija de Juliana.
La vida de María, no obstante, no ha sido más fácil que la de su madre. Cuando estalló la Guerra Civil, María tenía 17 años. Día sí y día también acudía a prisión a dar la comida que no tenía a uno de sus hermanos, que permanecía encarcelado. En esa celda llena de miseria y horror también estaba Joaquín Pérez Sicilia, un republicano con el que a la postre María tendrían ocho hijos.
Su padre había muerto poco antes del inicio del conflicto. Un hermano permaneció encarcelado durante años, otro fue fusilado en noviembre de 1939 y el otro, Adriano, huyó a la sierra para no correr la misma suerte. “Con nosotros, el régimen se encabronó sobremanera”, resume María, que no encuentra en la biografía familiar pecado que mereciera semejante castigo.
Picaron piedra. Muchísima. Limpiaron. Tejieron. Y en 1947 María y su marido decidieron emigrar a Madrid. Su hermano, el maqui, permanecía huido en la sierra. No sabía nada de él, pero por desgracia para ella y los suyos sí que supieron de la Guardia Civil. Agentes de la benemérita se presentaron en su casa y se llevaron preso a Joaquín, su marido. La consigna era clara. Si quería recuperar la libertad, el maqui tenía que aparecer. Al día siguiente, María fue a ver a la prisión con ropa y comida para su marido. Llevaba a su hijo de 17 meses en brazos y otro creciendo en sus mismas entrañas. Pero también fue apresada.
María pasó dos días y una noche en el cuartel de Vallehermoso. Le pegaron varias veces con un vergajo para quitarle al niño. Resistió.
María pasó dos días y una noche en el cuartel de Vallehermoso. Le pegaron varias veces con un vergajo para quitarle al niño. Resistió. Paralelamente, su madre, Juliana Cortés, también era encarcelada. Fue golpeada hasta la saciedad. La metieron en una poza con el agua hasta las rodillas para que confesara. Pero nadie sabía dónde estaba Adriano, el maqui. Y si Juliana lo sabía, seguramente hubiese preferido su propia muerte antes que dar el soplo. Hasta cinco miembros de esta familia llegaron a estar procesados por esta causa. Uno fue fusilado; María, Joaquín y Juliana fueron condenados a seis años de cárcel. Miguel, que vivió la Guerra Civil encarcelado, fue condenado a 20.
María recuerda, como si fuera ayer, el día del juicio: “Se celebró en una sala enorme, como un pabellón de deportes. Juzgaron de una vez a unas 300 personas. Estaban unos sentados en bancos y otros de pie. Levantaban la mano conforme eran nombrados. Entramos todos a la sala como una manada de cerdos. Serían las nueve de la mañana. A las dos de la tarde ya estaba todo el mundo fuera. Todo estaba escrito ya”, recuerda María, que dio a luz a su segundo hijo en la misma prisión donde cumplía condena.
Después de su etapa carcelaria volvió a Madrid. Se instaló en una chabola con su marido y sus hijos. Consiguió un trabajo de limpiadora en el Ejército del Aire, ese edificio monstruoso que hoy se levanta en Moncloa (Madrid). Tras 20 años arrodillada limpiando suelos, consiguió los ahorros necesarios para comprar un piso en un barrio obrero de la capital.
La dictadura exigió a las mujeres un exceso de virtud que encarnara un modelo de decencia y castidad que limpiara la degradación moral republicana. Sobre ellas recayó la responsabilidad de “regenerar la patria”. Catalogadas como individuas de dudosa moral, su acceso a la ciudadanía fue castigado ejemplarmente durante la dictadura a través de cárcel, violencia, exilio, silencio o uniformidad.
A Dolores Martínez la condenaron a muerte en 1941 por ser una “mal bicho procaz”.
“Las mujeres pueden considerarse como el eje de la dictadura de Franco. A pesar de ser una dictadura paternalista recae sobre ellas el peso de ser una especie de ‘superwoman’ capaz de hacerlo todo: cuidar a los hijos, atender al marido, llevar la casa, ser buena cristiana y conocer la doctrina franquista”, analiza la investigadora María Rosón, investigadora social y comisaría de la exposición Mujeres bajo sospecha. Memoria y sexualidad (1930-1980)
Sin embargo, el principal objetivo para cientos de miles de mujeres pasó a ser la supervivencia, o mejor dicho, la resistencia. En la medida en la que ellas pudieran resistir, también podrían hacerlo sus familias. Debían reconstruir la cotidianidad destruida, “rehacer un hogar en las condiciones que fuera desde las cenizas de la Guerra”, asevera Pura Sánchez.
Francisca Gámez dio su testimonio a Público en 2013. Entonces tenía 91 años y una única pena en el cuerpo: “No me quiero morir sin que los jóvenes sepan todo lo que hemos luchado para tener una democracia en este país. Aunque ahora la quieran destruir. Deben saber cuánto nos ha costado llegar hasta aquí”, contó a Público Francisca, que para aliviar esta pena decidió apuntarse a una escuela de mayores y aprender a leer y a escribir: “He hecho poesías de todo lo que he vivido. Si no me escuchan hablando, que me escuchen recitando”.
“Durante la Guerra sabías que luchabas por la libertad. Una vez terminada, no había nada. Ni comida ni futuro ni libertad”
El padre de Francisca, guardia civil durante la II República, fue condenado a muerte por mantenerse leal a la República. La pena fue conmutada a 30 años de prisión. Francisca recuerda cómo llevaba ropa y comida a su padre en una cesta y el falso fondo de unas zapatillas con las que intercambiaba cartas con su padre. Tenía 16 años, pero debía comportarse como una adulta: “No me daba cuenta del peligro que corría. Cuando eres joven todo lo ves más normal. Ahí dentro morían como chinches: unos por enfermedades y otros fusilados durante la madrugada”.
Lo más duro para Francisca y para miles de mujeres estaba por llegar. “Durante la Guerra sabías que luchabas por la libertad. Una vez terminada, no había nada. Ni comida ni futuro ni libertad. La miseria nos comía por todos lados y vi a mi abuela morir de hambre”, señala esta mujer, a quien la Guerra le había quitado a un hermano, fusilado, y a su padre, preso durante décadas.
Concha Martín, vecina de una pequeña localidad de Granada, también quiso aprender a leer y a escribir en su jubilación. Como en el caso de Francisca, antes había sido imposible. A Concha, sin embargo, no le gusta escribir la historia de su familia. Prefiere escribir de amor, aunque no olvida ni por un segundo su pasado. “Mi padre está en un monte perdido por ser de izquierdas y eso no lo voy a olvidar mientras viva”, asevera.
Concha, que es mi tía abuela, es el vivo ejemplo de una mujer a la que nada ni nadie le ha borrado la sonrisa de la cara. Concha sonríe hasta cuando llora. Sonríe mientras narra cómo los “señoritos del pueblo” vinieron a buscar a su padre para ajusticiarle. Era “el 2 de marzo del 37”. Él no estaba entonces en casa. Era pastor y andaba con sus cabras. Cuando regresó decidió huir junto a sus dos hijos varones. “Me voy. A ver si me salvo”, dijo. José, que así se llamaba su padre, murió congelado en la sierra, según contó un vecino del pueblo que sí consiguió regresar. De sus dos hermanos nunca más se supo. Concha, como el resto de la familia, ha envejecido con la ilusión de que algún día sonara el timbre y que, por fin, pudieran estar todos juntos. “¿Qué daño habían hecho?”, se pregunta Concha, en un tono que mezcla la rabia y el amor profundo por sus hermanos.
Los falangistas, que eran de un pueblo cercano, volvieron pocos días después buscando a la madre de Concha, Enriqueta que es mi bisabuela. “¡Enriqueta!”, gritaban desde las calles. Ella se escondió. Sabía que la buscarían. Sin embargo, fue otra vecina, de nombre Enriqueta pero de “derechas”, la que se asomó al portal a ver qué pasaba. Nadie la reconoció y fue rapada. Cuando se dieron cuenta ya era demasiado tarde. La Enriqueta de izquierdas, la matrona de esta diminuta localidad granadina, se había librado de la humillación.
Con el marido muerto y dos hijos desaparecidos, Enriqueta la matrona tuvo que sacar adelante a sus otros cuatro hijos. La consigna de partida estaba clara: “Nunca serviremos en casa de ningún señorito”, repetía esta mujer. Y así fue. Enriqueta y Concha, madre e hija, realizaban casi semanalmente un trayecto de 34 kilómetros para traer tabaco, harina y aceite de estraperlo. 20 kilos a cuestas. El tabaco y el aceite lo vendían. Con la harina hacían pan. Concha apenas tenía 6 años.
Las hermanas de Concha, que eran Encarna y Manuela, mi yaya, trabajaban en casa cosiendo pantalones, cocinando pan o con cualquier otra labor. La que tocara ese día con tal de ganar un par de reales. También cuidaban de Miguel, el pequeño de los hermanos, quien pronto también tuvo que empezar a trabajar. “Dicen que ahora están mal los tiempos, pero es que lo de antes no tiene nombre. Cada día era una lucha por la supervivencia. Cuando te ibas a la cama no sabías qué desgracia podía pasar mañana”, asegura Concha.
“Cada día era una lucha por la supervivencia. Cuando te ibas a la cama no sabías qué desgracia podía pasar mañana”, asegura Concha
El recuerdo de lo vivido, la dureza de la dictadura y la seguridad de que la democracia sólo es viable a través de la redistribución democrática de la riqueza hizo de Concha y de sus hermanas unas mujeres de fuertes convicciones progresistas. Ninguna de las tres aceptó jamás que un partido cuyo fundador provenía del régimen franquista, como Manuel Fraga, pudiera defender jamás los intereses del pueblo.
Ahora, tras una vida de incansable lucha, Concha pasa las tardes devorando novelas de amor y escribiendo algunos versos. Con la literatura imagina vidas e historias que ella nunca pudo vivir. No la dejaron. Señoritos, curas, terratenientes y hombres poderosos se levantaron en armas contra la II República, contra la libertad de las mujeres, contra la democracia. “El único futuro viable pasa por que se haga justicia de una vez por todas. Justicia con el pueblo y justicia para los que nos han estado robando tantos años”, sentencia Concha.
La represión contra la mujeres no se limitó a la Guerra y a la posguerra. La represión tuvo continuidad durante toda la dictadura, pese a que los organismos que la ejercían se fueran transformando durante la dictadura. Desde el inicio de la dictadura, las mujeres fueron privadas de sus derechos civiles fundamentales. El régimen las resituó en los roles tradicionales de madre y esposa.
El Código Civil asignaba la jefatura familiar al marido, que ejercía la potestad no solo sobre los hijos sino también sobre la mujer, que quedaba incapacitada exactamente igual que los menores o discapacitados psíquicos. Tal y como recoge la obra Verdugos impunes, el Código Penal también castigaba a la mujer adúltera y exoneraba al marido, a no ser que viviese amancebado o protagonizase un escándalo público. También se prohibía el aborto y el acceso a los anticonceptivos. El Código de Comercio también estableció la obligatoriedad, salvo excepciones, del permiso marital para que las mujeres casadas pudieran ejercer una actividad comercial y la legislación laboral expulsaba a mujeres de fábricas y talleres y establecía un permiso del marido para que la mujer pudiera firmar un contrato laboral.
La represión contra las mujeres continuó, por tanto, hasta el último día de la dictadura. En el tardofranquismo, como en los primeros días de la dictadura, la trasgresión de las mujeres que se implicaron en la oposición política no solo era de carácter político. También lo era de género. Las mujeres que participaban en la lucha antifranquista eran descalificadas en términos morales, con frecuentes alusiones a su vida sexual, a menudo equiparándolas con prostitutas.
“Billy el Niño no soportaba que una mujer no se doblegara a su voluntad ni siquiera por la fuerza. Me decía que era una puta… que éramos todas unas guarras”
Resulta habitual, de hecho, que en los interrogatorios policiales de la policía política franquista, la Brigada Político Social, se realizaran preguntas sobre su vida privada, sobre con quién vivían, si tenían novio, sobre si realizaban correctamente el trabajo doméstico o sobre las relaciones sexuales que mantenían. Interrogatorios como los que sufrieron Rosa María García, ex miembro de base del FRAP y Felisa Echegoyen, que militaba en la Liga Comunista Revolucionaria.
Sus testimonios muestran cómo las técnicas de torturadores profesionales como Antonio González Pacheco, policía de la Brigada Político y Social franquista, se adaptaban al género de las y los interrogados presos. “Billy el Niño no soportaba que una mujer no se doblegara a su voluntad ni siquiera por la fuerza. Me decía que era una puta, que mi marido me la estaba pegando, que no servía para nada… que éramos todas unas guarras“, relata Felisa. Rosa María también recuerda cómo la primera amenaza que recibió, el día que la detuvieron por su militancia política, fue que la iban a violar.
También el testimonio de la luchadora antifranquista Lidia Falcón. La fundadora del Partido Feminista explicó a Público cómo el torturador Billy el Niño se cebó a golpes en su abdomen mientras le gritaba: “Ya no parirás más, puta“. Falcón tuvo que operarse hasta en cinco ocasiones para tratar de paliar las consecuencias de aquellas torturas en hombros, estómago y matriz.
Estas actitudes del torturador encajaban en un régimen que construyó un ideal de mujer que debía regirse por “la moral católica más intransigente”. La mujer ideal del franquismo, según asevera la catedrática Raquel Osborne, se construyó entorno a la ideal del pecado. “Su actitud debía regirse por la moral católica más intransigente”, explica Osborne.
Fueron rojas, enfermas y pecadoras para el franquismo. Amas de casa sin más para gran parte de la sociedad. Ahora son las precursoras de un feminismo que ha conquistado la calle. Referentes de una sociedad que no puede continuar sin el 50% imprescindible. Ese que lo ha sostenido todo en silencio y que ya nunca más permanecerá callado.
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