Estos son los mecanismos de las vacunas para activar el sistema inmunitario.
Carlota Dobaño Lázaro es jefa del grupo de Inmunología de la Malaria del Instituto de Salud Global (ISGlobal) de Barcelona, un centro impulsado por la Fundación “la Caixa”.
21/07/2021
Las vacunas contra el COVID-19 activan y generan defensas contra la infección de SARS-CoV-2. Pero, ¿cómo funcionan las células y moléculas que protegen el organismo de futuras infecciones?
El cuerpo humano se defiende frente a agentes invasores a través de un complejo sistema de células y moléculas que reconocen y atacan de manera muy coordinada cualquier señal de peligro que nos aceche: el sistema inmunitario, que puede prevenir la infección y controlar la enfermedad asociada.
En ocasiones, la inmunidad consigue mitigar las manifestaciones clínicas o síntomas de la enfermedad y su gravedad, pero no elimina la infección causante. De este modo, las infecciones pueden dar lugar a un amplio espectro de manifestaciones clínicas, desde presentaciones asintomáticas, pasando por formas leves de la enfermedad, hasta las más graves, e incluso la muerte.
La eficacia de la inmunidad frente a las enfermedades depende del resultado de la interacción entre los tres actores principales: el tipo de patógeno, las características de cada persona y la exposición a elementos del ambiente, como la nutrición.
Las vacunas pretenden activar el sistema inmune y generar una memoria imitando las infecciones, pero sin sus efectos nocivos. Para ello, las vacunas incorporan los elementos fundamentales de la reacción inmune: el adyuvante, que estimula la inmunidad innata; y el antígeno, que estimula la inmunidad adaptativa; formulados con un vehículo que las introduce en las células del sistema inmune.
Las vacunas eficaces son aquellas que imitan o mejoran la inmunidad natural estimulando los anticuerpos y los linfocitos T que, conjuntamente, bloquearán funciones esenciales del ciclo vital del microbio o lo eliminarán para prevenir el contagio o la enfermedad.
Las células inmunes innatas patrullan por el organismo preparadas para actuar frente a cualquier agente invasor. Cuando se produce una infección, son las primeras en intervenir localmente en el tejido afectado, de manera que provocan una primera respuesta protectora inflamatoria.
En cambio, la inmunidad adaptativa es una defensa a largo plazo. Tarda más en actuar, porque debe ser activada por la inmunidad innata y madurar. Es específica y tiene memoria, de manera que cuando le presentan un patógeno, recuerda si ya lo ha visto anteriormente y, en ese caso, responde más rápidamente. Esta es la característica clave de las vacunas.
Los principales protagonistas de la inmunidad adaptativa son los anticuerpos o inmunoglobulinas, que neutralizan el microbio o facilitan su eliminación mediante células innatas. También desempeñan un papel importante los linfocitos B, que secretan anticuerpos; y los linfocitos T, tipo CD4+ y CD8+, que eliminan las células infectadas, producen citocinas, regulan la inflamación y ayudan a los linfocitos B.
En cambio, las células innatas reconocen patrones moleculares asociados a patógenos que no son específicos, como los antígenos, pero que son clave para activar tanto las células innatas como las adaptativas, y que constituyen elementos esenciales de las vacunas (los ‘adyuvantes’).
21/07/2021
Las vacunas contra el COVID-19 activan y generan defensas contra la infección de SARS-CoV-2. Pero, ¿cómo funcionan las células y moléculas que protegen el organismo de futuras infecciones?
Recreación de linfocito T. / © Adobe Stock |
El cuerpo humano se defiende frente a agentes invasores a través de un complejo sistema de células y moléculas que reconocen y atacan de manera muy coordinada cualquier señal de peligro que nos aceche: el sistema inmunitario, que puede prevenir la infección y controlar la enfermedad asociada.
En ocasiones, la inmunidad consigue mitigar las manifestaciones clínicas o síntomas de la enfermedad y su gravedad, pero no elimina la infección causante. De este modo, las infecciones pueden dar lugar a un amplio espectro de manifestaciones clínicas, desde presentaciones asintomáticas, pasando por formas leves de la enfermedad, hasta las más graves, e incluso la muerte.
La eficacia de la inmunidad frente a las enfermedades depende del resultado de la interacción entre los tres actores principales: el tipo de patógeno, las características de cada persona y la exposición a elementos del ambiente, como la nutrición.
Las vacunas pretenden activar el sistema inmune y generar una memoria imitando las infecciones, pero sin sus efectos nocivos. Para ello, las vacunas incorporan los elementos fundamentales de la reacción inmune: el adyuvante, que estimula la inmunidad innata; y el antígeno, que estimula la inmunidad adaptativa; formulados con un vehículo que las introduce en las células del sistema inmune.
Las vacunas eficaces son aquellas que imitan o mejoran la inmunidad natural estimulando los anticuerpos y los linfocitos T que, conjuntamente, bloquearán funciones esenciales del ciclo vital del microbio o lo eliminarán para prevenir el contagio o la enfermedad.
Inmunidad innata vs inmunidad adaptativa
La inmunidad innata es la primera línea de defensa tras el contagio inicial. Actúa de una manera rápida, no es específica y no tiene memoria, pero se puede entrenar. Los principales protagonistas a nivel celular son los monocitos, macrófagos, células dendríticas y neutrófilos, entre otros. También destacan las citocinas y quimiocinas, que median la inflamación y la comunicación entre células para activar diferentes funciones.Las células inmunes innatas patrullan por el organismo preparadas para actuar frente a cualquier agente invasor. Cuando se produce una infección, son las primeras en intervenir localmente en el tejido afectado, de manera que provocan una primera respuesta protectora inflamatoria.
En cambio, la inmunidad adaptativa es una defensa a largo plazo. Tarda más en actuar, porque debe ser activada por la inmunidad innata y madurar. Es específica y tiene memoria, de manera que cuando le presentan un patógeno, recuerda si ya lo ha visto anteriormente y, en ese caso, responde más rápidamente. Esta es la característica clave de las vacunas.
Los principales protagonistas de la inmunidad adaptativa son los anticuerpos o inmunoglobulinas, que neutralizan el microbio o facilitan su eliminación mediante células innatas. También desempeñan un papel importante los linfocitos B, que secretan anticuerpos; y los linfocitos T, tipo CD4+ y CD8+, que eliminan las células infectadas, producen citocinas, regulan la inflamación y ayudan a los linfocitos B.
En cambio, las células innatas reconocen patrones moleculares asociados a patógenos que no son específicos, como los antígenos, pero que son clave para activar tanto las células innatas como las adaptativas, y que constituyen elementos esenciales de las vacunas (los ‘adyuvantes’).
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